Película Titus

No apta para todos los paladares, como sucede con tantas películas interesantes, Titus estaba condenada al desprecio del gran público desde el instante mismo de su concepción. Su ambiciosa naturaleza, repleta de anacronismos intencionados y licencias artísticas, era una apuesta tan osada como la propia obra teatral que adapta. Así, basada en la macabra y fascinante tragedia de William Shakespeare “Tito Andrónico”, Julie Taymor dirige sin complejos esta intrépida cinta que, decididamente comprometida, se ajusta fielmente al escandaloso texto del célebre dramaturgo inglés. Una densa exposición sobre la violencia humana, tan capaz de revolver estómagos como de herir pudorosas sensibilidades. Un enérgico combinado audiovisual, rebosante de belleza, horror y puro deleite para amantes de la retórica shakesperiana. Definitivamente, un manjar para minorías dispuestas a saborear su exótica y experimental propuesta, tan alejada de populares convencionalismos cinematográficos.

Ambientada en los años decadentes del Imperio Romano, la función presenta al general Tito Andrónico que, anciano pero victorioso, regresa a la convulsa Roma. Trae consigo cinco nobles prisioneros: Tamora, reina de los godos, más los tres hijos de ésta, además de Aarón, amante moro de la soberana. Según dicta la tradición, Tito sacrifica al bárbaro primogénito pese a las súplicas de su madre. Poco después los acontecimientos darán un giro inesperado para el viejo Andrónico. Tras renunciar al trono y dejarlo en manos del vanidoso Saturnino, el nuevo emperador pretende desposar a su única hija. Sin embargo, tras ser éste rechazado por la joven, decide tomar como emperatriz a la vengativa Tamora, comenzando así una violenta espiral de represalias. Un sangriento caldo de cultivo para la villanía del negro Aarón, genio de la maquinación, que aprovechará la coyuntura para resarcirse de todos los desprecios hacia su raza.

Desde luego, en estas líneas resultaría aventurado pretender diseccionar semejante clásico literario inspirado en el mito de Procne y Filomena. Es más, para mayor dificultad de síntesis, probablemente estamos ante uno de los trabajos más polémicos de Shakespeare. Una controvertida tragedia que, al igual que la película de Taymor, es incapaz de generar indiferencia entre el público. Un drama sensacional y paródico, muy del gusto isabelino, donde la violencia fluye sin tacto alguno, recreándose en la barbarie. La cruda demostración de una verdad universal: el mal sólo engendra mal. Todo un manual sobre la atrocidad, precursor del gore, en el que los peores instintos del ser humano campan a sus anchas entre la locuacidad de los personajes.

De esta manera, y ya puramente referido al film, la vileza, el sadismo, la venganza y el racismo, entre otras perversidades, inundan la pantalla, tal y como lo sucede en las páginas del libro o sobre las tablas del escenario. Y a fe que Taymor logra operar con gusto artístico y fuerte personalidad. Así, su elegante composición de crepusculares ruinas romanas, moda neogótica, peculiar vestuario y preciosista fotografía, armonizan con el tratamiento teatral que la directora ansía alcanzar. Un fastuoso diseño de producción que, acompañado de la portentosa banda sonora de Elliot Goldenthal, constituye su abrumadora puesta en escena que transita el umbral del exceso sin superarlo. Un conjunto equilibrado con gran eficacia narrativa que, pese a la densidad de su relato, seduce inmediatamente gracias a una vigorosa puesta en marcha y a las soberbias interpretaciones protagonistas.

Altamente recomendable, he aquí una gran oportunidad para catar y apoyar un sabroso proyecto muy poco comercial. Ahora bien, ya informados sobre el carácter de la película, tengan también muy en cuenta sus propios gustos antes de lanzarse. Advertidos quedan.