Película Mentiras y Gordas

Algo desolador está sucediendo con la juventud española. No me refiero al problema aquí tratado de las drogas y la fiesta, que eso siempre ha existido, sino a la imbecilidad creciente que se infiere al comprobar que una película como Mentiras y Gordas abarrota una sala de cine. Sin embargo, eso era desgraciadamente previsible, toda vez que Albacete y Menkes salvaguardaron el botín contratando a los principales jóvenes televisivos de moda. Lo terrible del asunto es el comportamiento del público –que incluía gente de cierta edad, ojo- durante la proyección: grititos, aplausos y estúpidos comentarios cada vez que uno de los chicos enseñaba el torso o el culo. Esta inmadurez afectó principalmente a las mujeres e implica una lectura desesperanzadora y negativa: nuestro enfoque de la igualdad de género se está encaminando a imitar los peores comportamientos típicamente masculinos. De vergüenza ajena.

Mario Casas y Ana María deben poner pies en Polvorosa

Hecha esta reflexión, cuya realización no es mérito del vacío film, podemos concluir que Albacete y Menkes únicamente buscan el escándalo facilón, el de pega, ése que hace crecer la recaudación pero no profundiza en lo expuesto. La dupla de realizadores desnuda, cual trozos de carne, a los teen idols del momento y… eso es todo. Creo que no me dejo nada. Porque del supuesto retrato juvenil de la sociedad española, ni rastro. El burdo intento de ‘película generacional’ resulta irrisorio. De hecho, el uso de esta etiqueta no es justificable en ningún modo, pues todo en ella es absolutamente suave. ¿Qué hay drogas y sexo? Sí, ¿y? La película en ningún momento asombra ni provoca, porque simplemente no es salvaje, ni imprevisible, ni guarda absolutamente nada para el recuerdo. Las secuencias rodadas en discotecas, que deberían ser uno de los puntos fuertes del film, son de la Señorita Pepis. No se siente el desfase ni la subversión por mucha cámara lenta, MDMA y sudor que metan con calzador. Para colmo, una aleccionadora moralina final pone guinda al despropósito.

Es inevitable examinar el coral reparto, pues la pretensión de ‘buscatalentos’ del film obliga a ello. El resumen es sencillo: Mario Casas tiene mucho futuro, ya lo demostró en El Camino de los Ingleses (ésa sí era una buena generación de jóvenes actores). Yon González puede triunfar si alcanza mayor versatilidad y Ana María Polvorosa sorprende gratamente con un serio y solvente trabajo. El resto puede volcar sus inquietudes artísticas en cualquier otra actividad. Vivirán en la tele, pues son guapos y conocidos, pero nunca se sentirán realizados ya que jamás alcanzarán su sueño.

Yon González, escrito fonéticamente, ¡toma ya!

En la bicefalia del proyecto, Albacete y Menkes definitivamente han abandonado cualquier esperanza de hacer algo medianamente interesante en esto del cine y se han decidido llenar los bolsillos. Hacen bien, no poseen talento alguno. Es más sano asumirlo. La mediocridad de su puesta en escena sólo es superada por la ramplonería en el encuadre. Carencia formal, previsible guión, impersonalidad…todo se acerca peligrosamente al fast food del formato serie. Además, se necesita mejor gusto musical para este tipo de películas, no se puede desatender de este modo un tracklist que no hace sino engordar la larga lista de elementos anodinos en la aburrida cinta.

Por último, un consejo para los únicos resquicios de luz en el film. Mario, Yon y Ana: huid. Escapad de la quema, nunca más volváis a trabajar con vuestros compañeros de serial ni con directores tan vulgares. Si os lo proponéis puede que lleguéis a ser actores de verdad, con recorrido y cierto empaque. Si no atendéis la advertencia, ya conocéis de cerca donde termina ese camino: en el encasillamiento como pseudoactores a lo Hugo Silva o Alejo Sauras.