Película Matador

Matador es la quinta película de Pedro Almódovar, realizada sólo seis años después de un modesto debut con Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980). Por eso resulta todavía más sorprendente dentro del cine español una obra tan ambiciosa como ésta. Almodóvar a esas alturas de su carrera demostró tener consciencia de su capacidad para crear imágenes que calaran en la memoria de los espectadores. La intensidad de cada fotograma de Matador es brutal, sus emociones son percibidas a flor de piel.

Estamos, sobre todo, ante una película acerca del sexo en su expresión más extrema, aquella en la que el dolor y el placer se convierten en una misma cosa. En este sentido, el comienzo de la película es ejemplar a la hora de presentar a los personajes principales, a Diego (Nacho Martínez) en los mismos créditos iniciales, y a María (Assumpta Serna) en el magistral montaje paralelo de la segunda escena, que sugiere la estrecha relación que mantendrán ambos personajes hasta su inevitable final.

Almodóvar siempre ha ido por delante de las modas y esta película es un buen ejemplo de ello. Matador es una clara precursora de los thrillers eróticos que barrieron los cines a principios de los noventa. Realizada simultáneamente a Nueve semanas y media (Adrian Lyne, 1986) y un año antes que Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987), la película con la que guarda más parecido es Instinto básico (Paul Verhoeven, 1992). Las coincidencias entre ambas no se quedan en el hecho de que la asesina utilice un pica-hielos para acabar con sus víctimas, sino que hay planos prácticamente calcados seis años después por Verhoeven. Aún así, Almodóvar llega mucho más lejos del simple morbo. La atmósfera cargada de sexo durante todo el metraje se convierte en una exploración, en un análisis, de los límites del deseo.

La simbología también juega un papel fundamental para que la película consiga sus objetivos. El director manchego sabe sacar el máximo jugo a la iconografía de la tauromaquia, muy rica en sí misma pero que en sus manos alcanza una importancia capital para la correcta comprensión de sus protagonistas.

Desgraciadamente, el talento narrativo de Almodóvar no se desarrolló con la misma rapidez que su talento visual y ahí es donde Matador cojea. El largometraje comienza con la presentación de Ángel (Antonio Banderas), personaje en el que se centra durante casi toda la primera media hora para olvidarlo después, recuperándolo sólo en los últimos minutos como parte fundamental para la resolución de la trama. También se notan ciertas carencias en la dirección de actores, uno de los puntos fuertes del Almodóvar actual, poco creíbles a la hora de recitar sus textos.

Aún con sus defectos, Matador permanece como uno de los thrillers más destacables de nuestro cine, poco dado a salirse de géneros como la comedia o el drama, especialmente en los años 80. Sin duda, un paso de gran importancia en el camino hacia la madurez para su director en particular, y el cine español en general.