Película El Lector (The Reader)

Kate Winslet, digámoslo ya, está a un paso de jugar en la misma liga que Bergman, Garbo, Bacall, Ullmann o Hepburn. En menos de un mes, ha dejado dos trabajos interpretativos inalcanzables para la mayoría de actrices de su generación: Revolutionary Road y The Reader; realizados con primorosa naturalidad, con la facilidad de quien se sabe en posesión de un talento reservado a las más grandes. Es cierto que quizá le falte haber tomado parte de una obra inmortal, pero con sus personajes ya ha recorrido certeramente, a sus 33 años, varios siglos de Historia y muy diversos géneros: del clásico Shakespeare al posmoderno Gondry. Nunca ha claudicado. Como el mejor Zidane, le da igual cómo vengan dadas. Incluso un balón de rugby sería capaz de bajar al piso y jugarlo, haciendo mejores a sus compañeros de reparto.

Con la misma sensibilidad que demostró en sus dos anteriores trabajos, Las Horas y Billy Elliot, Stephen Daldry nos cuenta el particular vínculo sentimental que comparten Michael Berg (David Kross durante la adolescencia y juventud y Ralph Fiennes en su madurez) y Hanna Schmitz (Kate Winslet) a lo largo de varias décadas. Una relación que comienza cuando éste es sólo un adolescente, y ella una mujer entrada ya en la treintena que le alecciona en su florecer sexual. A cambio, ella disfruta escuchando las hermosas historias que el estudiante le lee cada día, exigencia que debe cumplir siempre antes de hacer el amor. La desacomplejada sensualidad de la actriz británica y su arrolladora personalidad se ponen al servicio del personaje para asegurarse de que al espectador le resulte fácil comprender que este chico de 16 años la prefiera cada día a la despampanante rubia que descaradamente le pretende.

La inesperada huida de Hanna será entendida por Michael años más tarde cuando sus caminos se vuelven a encontrar, momento en que al espectador se le revela la verdadera intención de la obra: una gran metáfora que la impregna por completo, da sentido a la historia anterior y ofrece en adelante una segunda lectura mucho más ambiciosa, más global, a todo lo que ocurre entre ellos. El Nazismo también había seducido a todo un pueblo. Aquella Alemania inmadura fue arrastrada a la barbarie y marcada de por vida desde entonces. En un futuro todavía traumático, esta sociedad siente la necesidad de comprensión de lo incomprensible, de mirar cara a cara a su infame pasado. Y lo que allí espera es una Kate Winslet magistral.

Que la complejidad del relato no se perciba de manera obtusa es mérito de la adaptación que David Hare hace de la aclamada novela de Bernhard Sclink, su segunda colaboración con Daldry tras Las Horas. Es de agradecer que en su poso haya más preguntas que respuestas y que el sesgo y la autocompasión no hagan acto de presencia. The Reader critica nuestra pasividad como individuos, siempre con alguna patética excusa que nos permita sacudirnos los problemas de encima. En la película, el trasfondo es el Holocausto, para el espectador podría ser, digamos, el expolio del tercer mundo, la corrupción política, el consumismo de nuestra sociedad, la ecología… todo eso que, como Hanna, creemos que ocurre a niveles que no nos conciernen.