Película El juego del ahorcado

No sé muy bien a qué juega Pereira en este film. Aborda sin duda el tema de la sexualidad en el marco de la adolescencia, ideando una serie de situaciones y personajes que vengan a reflejar toda la idiosincrasia que en ella se involucra, y logra transmitirnos una cierta sensibilidad en determinados momentos, pero son tantos los vaivenes y tan pocos los asideros que parece dejar de lado la seriedad.

Se trata de la historia de Sandra, o de Sandra y David, irremediablemente unidos por su íntima amistad. Porque desde un principio aparecen juntos, y bien revueltos, haciendo trastadas tan patosamente como sólo un niño podría (unas escenas iniciales que más tarde encontrarán su sentido parabólico, pero que ostentan una sonrojante mediocridad de puesta en escena). Sin embargo, al dar el salto a la época adolescente será Sandra quien guiará la narración, y su director se servirá de la tangible belleza de Clara Lago para exponerla a todo un muestrario de la sexualidad, nada profundo y sí en exceso oscilante: de la cruda violación, al ideal del amor verdadero, y de éste, al severo desengaño y nuevo coqueteo con la peligrosidad inherente al primer deseo sexual.

Con la excusa de un asesinato y un cadáver en el que ambos se ven involucrados, se desplega todo lo siguiente, sin apenas volver a prestar atención a ese relevante hecho, tan sólo lo conveniente para aclarar situaciones inexplicables. Sólo queda pues intentar capturar el despertar libidinoso y el ambiente juvenil que rodea a Sandra, con algunas conversaciones desenfadadas que se aproximan a la naturalidad buscada, y con otras -algunas de ellas en inglés, porque debe ser importante subrayar con fluorescente amarillo chillón que la chica se va a ir a Inglaterra- que encuentran la misma tosquedad de la que hace gala el personaje de David. Y en medio, una serie de escenas caracterizadas por la fogosidad que desprende la joven pareja; avanzado el metraje no pocas.

Todo mientras la guapa protagonista rellena con su preciosa y privilegiada letra los huecos de la palabra correspondiente en el juego del ahorcado, casualmente relacionada con la materia sexual. Un juego demasiado obvio y caprichoso, casi metido con calzador, que viene a representar certeramente la aleatoriedad del conjunto, finalmente conquistada por el personaje principal masculino, que tan pronto pasa de ángel a demonio no movido por su obsesión, sino por la debilidad de un guión (adaptación de la novela de Imma Turbau) que se muestra siempre más interesado en la recreación que en la implicación moral que necesariamente requiere una historia del impacto de la que aquí se nos cuenta.

Fresca por el suave aroma que desprende tras de sí Clara Lago; torpe por el empeño de su director en rodear infructuosamente los cuerpos de sus personajes, sin intervenir directamente en su interior, el único ahorcado que alcanzamos a observar es el propio realizador, maniatado en su falta de responsabilidad y coherencia ante el relato.