Película El desafío. Frost contra Nixon

Richard Nixon fue el único Presidente de los Estados Unidos que ha dimitido en toda su Historia. El caso Watergate fue la piedra que le hundió en el río de la humillación, quedando en los libros como uno de los más denostados dirigentes americanos (Bush Jr. queda cerquita). Pero unos meses después de su forzada marcha de la Casa Blanca tuvo la oportunidad de explicarse y redimirse (o eso pensaba él) en una serie de entrevistas que le realizó el periodista Británico David Frost. Lo que en un principio parecía una última y blanqueante aparición pública del ex-dirigente tornó en el juicio que nunca tuvo, convirtiéndose en la retransmisión de un programa de contenido político más vista de la corta vida de la televisión estadounidense.

Ron Howard rueda con pulso firme esta interesante película sobre Nixon y su salida del despacho oval, e, igualmente importante, sobre el poder de los medios de comunicación a la hora de contar al mundo los hechos que ocurren y de crear opinión. La lucha psicológica que libran los contendientes, y que se refleja en los trucos del Presidente para poner nervioso a Frost y las tretas de éste (y su equipo) para desorientar a Nixon no hacen sino revelar que, demasiado a menudo, no importa tanto la verdad como el saber exponer argumentos de forma convincente y hacer esclavo de sus palabras al personaje con el que te ves las caras. El desmoronamiento en el que finalmente cae el protagonista recalca mucho más el carácter de teatro que a veces toma la vida real, con personajes interpretando un papel demasiado a menudo.

Nixon y Frost se ven las caras por primera vez

Mezcla de falso documental y largometraje al uso, cosa que la emparenta con una de sus oponentes en los Oscar, Ron Howard entrega la que seguramente sea la mejor película de su más que irregular filmografía como director, en gran medida gracias a un guión en el que se introducen perfectamente todos los elementos, de modo que no aburre en ningún momento (no se nos olvide que proviene de una obra de teatro, lo cual se nota para bien). Así mismo, los personajes quedan muy bien definidos por pequeños detalles que enriquecen el retrato de los mismos, tanto los reales como los que son representados delante de las cámaras que graban las conversaciones televisivas. No me puedo creer a mí mismo escribiendo esto dada la naturaleza de la película, pero la cinta se hace interesante y entretenida, de modo que al finalizar sólo se puede exclamar, con palabras del mismo guión: «¿Ya han pasado dos horas?¿Tan pronto?».

No me puedo callar lo horroroso del título en español, el cual, sin embargo, define perfectamente cómo está estructurada y rodada la película, en forma de combate de boxeo en el que todo está calculado, o, al menos, eso piensan los combatientes. Es especialmente revelador el momento en el cual los equipos de ambos contendientes se observan a través de las habitaciones, un instante que deja en evidencia que, detrás de las cámaras de televisión, existe un buen número de personas que hacen posible la comedia que se representa delante de ellas. Las interpretaciones son de primer nivel, sobre todo la de Langella, que se transforma en el dirigente de forma pasmosa.

Las entrevistas reales y su recreación cinematográfica

Un thriller sobre un incidente político en el que realmente no hay nada de acción, ya que ésta subyace en las palabras vertidas en los fotogramas, Frost contra Nixon pulsa los botones con tino al igual que los periodistas retratados saben cómo accionar los resortes adecuados con vistas a conseguir un fin, de modo que el acierto es pleno. Sin embargo, y pardójicamente, el retrato de Richard Nixon es dulcificado e incluso amable en algunas ocasiones, cosa que da que pensar dado que el objetivo de Frost y compañía es justamente el contrario. ¿Siguen los medios jugando con nosotros? Sin ninguna duda.