Película Apocalypto

La controversia acompaña la carrera como director de Mel Gibson, especialmente desde su religiosa y sangrienta La Pasión de Cristo (2004). Acusado de regodearse en la ultra-violencia, hay algo que, desde luego, no se le puede negar: sabe imprimir ritmo a sus historias, domina el tiempo cinematográfico, una de las suertes supremas en la realización de films. Apocalypto, su mejor película hasta la fecha, da trepidante fe de ello.

Nadie debe buscar tres pies al gato, Apocalypto es una lección de cine de aventuras, muy alejada de convertirse en una disertación acerca de la historia precolombina y aún más de una tesis doctoral sobre la debacle del imperio maya, pues los errores históricos serían de bulto. Aquí, simplemente, presenciamos la lucha por la supervivencia de Garra de Jaguar, un cazador cuyo tranquilo poblado es despiadadamente atacado por una tribu superior, más fuerte y “civilizada”. Un drama que se repite en nuestros días. Pueden verlo en los telediarios. Pero la crítica social no es el propósito de una cinta que transporta al espectador en huida constante hasta una selva bella e hipnótica, peligrosa y salvaje. La película solamente desea apasionar, estremecer y conseguir que sus muchos minutos mengüen merced a su excitante cadencia y compás. Objetivo cumplido.

El indígena reparto cuasi amateur, su rodaje en el dialecto maya yucatec y su obligatoria difusión en versión original subtitulada restaban proyección comercial a la cinta a la vez que le otorgaban inusual encanto. En ocasiones parece que, en el cine, arte y marketing sean como una manta demasiado pequeña en una noche de frío. O tu cabeza o tus pies se quedan helados. Por suerte, Gibson consiguió protegerse de las malas previsiones climatológicas con un espectáculo visual que acabó, económicamente hablando, salvando los muebles. Se le achaca al realizador impostura en su supuesta rebeldía creativa, dado su carácter de miembro respetado de la maquinaria de la industria, pero lo cierto es que nadie está a salvo del riesgo de batacazo y él lo asume. Otros no.

Ferreo marcaje al hombre. Más duro que el de Berti Vogts a Cruyff en el 74.
Es en el apartado técnico donde el afamado y polémico cineasta no escatima en recursos. La poderosa y preciosista fotografía encuadra un magnífico diseño de producción colorista y vital. Todo ello puesto a disposición de una brutal odisea que muestra las increíbles situaciones límite que acaecen en un cierto momento a determinado individuo. Simplemente. La vibrante genialidad está en la forma, no en el fondo. Mel Gibson no había prometido otra cosa.