Película Un Gran Día Para Ellas

Es necesario ser un admirador nostálgico o, tal vez, un incauto. O aún más, un incauto admirador nostálgico para animarse a dirigir en los tiempos que corren una comedia romántica al estilo clásico. Un género que, durante aquellas décadas en que el hombre estuvo obsesionado con hacer cima en el Everest, era coronado por talentos inigualables en esta clase de expediciones: Lubitsch, Capra, Wilder… cineastas únicos, estéticos y míticos, creadores de delicias aún disfrutables, perennes en su genialidad. Este mismo recuerdo, estas mismas sombras de gigante, son las que han finiquitado dicho tipo de cine. Nadie osa aventurarse en el terreno vedado a los maestros de la época dorada. Ni directores, acongojados por la comparación, ni mucho menos espectadores, que perdonan ciertos gags y tics a los clásicos para atacar ferozmente los mismos defectos en cualquier actual intento de profanación. El cinéfilo hace bien en respetar las canas y situar en circunstancia películas como La Fiera de mi NiñaHistorias de Filadelfia o Arsénico por Compasión, entregándose al condescendiente disfrute. Por contra, caer en el misoneísmo es un error, hay que dar cancha a recientes guiones, nuevos creadores y emergentes estrellas.

La chica de la izquierda de la foto no lava su ropa con Mikolor.

Bharat Nalluri, paganini del cine, segunda unidad de dirección en perlas como Alien vs. Predator, creador televisivo de mini series de cierto empaque, por fin vira el timón para realizar su nueva y personal película. Con Un Gran Día Para Ellas rinde homenaje a sus, hasta ahora ocultos, referentes; como peaje, se somete a juicio y odiosa comparativa. Para el estreno en nuestro país la arriesgada apuesta empieza, al menos, con una de las características cruciales del viejo estilo: una peculiarmente libre traducción del título (Miss Pettigrew Lives for a Day). Sólo aquí «Some Like It Hot» pudo ser Con Faldas y a lo Loco o «Heaven Can Wait»El Diablo Dijo No.

El film, ambientado a finales de los años 30, narra en tono de “screwball comedy” el inaudito día de Miss Pettigrew, una institutriz londinense castigada por la Gran Guerra y aquel período de postguerra que más tarde sería conocido como de Entreguerras, algo que ella ya intuía al oír silbar los aviones por encima de una ciudad rebosante de energía, salvajemente castigada por los bombardeos poco tiempo después.

La casualidad querrá que en una sola jornada pueda cambiar la fortuna de esta señora, pasando de la cola de la beneficencia a codearse con la parte glamourosa de la ciudad. Un viaje deslumbrante de la mano de su nueva clienta: Delysia Lafosse, una bella, superficial y generosa aspirante a actriz y cantante. Todo sucede con loca rapidez y, así, Pettigrew se verá envuelta en los líos de cama de Delysia, amoríos de carambola de billar, a tres bandas.

Restregar la cebolleta era muy cool en aquellos tiempos.

Si algo destaca en el largometraje es el desparpajo de su reparto encabezado por la eficiente Frances McDormand y una chica con futuro, la Encantada y encantadora Amy Adams, que nos regala un número musical digno de elogio, con una dorada fotografía como marco para el mayor embrujo del film: su sabiamente elegida banda sonora. Preciosa y emotiva, refuerza decisivamente la puesta en escena.

Sin embargo, en la predecible Un Gran Día Para Ellas, falta un punto de desenfreno para la comedia, sacudirse los complejos y dejarse llevar por la saltarina música. Se echa de menos lo más difícil de conseguir: esa inexplicable magia del cine que te transporta. Nadie dijo que fuera fácil. Por algo Mallory e Irvine, Hillary y Tenzing son nombres inseparables del Everest. Por lo mismo que Lubistch y Wilder siempre serán inolvidables, porque forman parte de la leyenda.