Película El Último Rey de Escocia

Comienza el film. Información: “esta película se inspira en hechos y personas reales”. Muy bien, veamos. Uganda, 1970. Un joven médico escocés en prácticas, Nicholas Garrigan, fortuitamente entra en contacto con el nuevo y eufórico dictador del país, Idi Amin, el cual supone un grito de esperanza para la sufrida nación africana. Muy pronto surge una estrecha relación entre ambos, consolidada con el nombramiento del joven como galeno personal del presidente. Su amistad creciente les aproxima cada día más, hasta el punto de convertirse en el hombre de confianza de Amin. Impresionado como el resto del pueblo ugandés por el carisma del gobernante, y disfrutando de la buena vida que éste le ofrece, Nicholas es ajeno a la cruda realidad que le rodea. Es más, como segundo hombre de Estado toma decisiones sin comprender las consecuencias de sus actos. Sin embargo, finalmente presenciará la verdadera cara del cruel dictador, considerado uno de los mayores genocidas de la Historia.

Trepidante, con un fabuloso ritmo in crescendo y genialmente ambientada, fotografiada e interpretada por Forest Whitaker, la película engancha de veras. Los sucesos asombran y, aunque aparentemente inverosímiles, acaban siendo aceptados con entusiasmo e intriga gracias a la información recibida en el primer plano del film. “Caramba, ¡qué gran historia!”. Concluido el film, uno queda plenamente satisfecho por haber descubierto un maravilloso relato verídico magistralmente filmado. Uno de esos en los que el espectador queda convencido de que verdaderamente “la realidad puede superar con creces la ficción”.

Sintiéndote un cinéfilo culturizado y orgulloso de que tu afición aporte tan grandes conocimientos, llega el momento de acercarse al ordenador e investigar un poco más sobre la fascinante historia. Internet dará las pistas para terminar de forjar esos nuevos datos adquiridos y calibrar la medida de ficción añadida, que obviamente ha de existir para el funcionamiento del relato como film. Pero… sorpresa…”¿cómo?”, “¿basada en una novela, donde absolutamente toda la parte del doctor Nicholas Garrigan es ficticia?”. Es entonces cuando a uno, como cotidianamente se dice, se le caen los palos del sombraje.

Defraudado, comienza a desmontarse en tu memoria la cinta, escena a escena. Desde los aceptados pequeños detalles increíbles como la situación en la que Nicholas despierta el interés de Amín; hasta la globalidad de un guión que nos hace creer que un joven escocés recién licenciado en medicina, sin experiencia, llega a influir en los designios de un lejano país africano. Toda la parte argumental más excitante, más allá del impresionante retrato de la arrolladora personalidad del dictador, se torna ridícula, inverosímil y estúpida, amargando el gran sabor de boca dejado por la soberbia actuación, merecedora del Oscar que logró, de Whitaker. Para colmo, y terminar de consolidar su engañoso relato, el film se permite el lujo de cerrar su metraje con esos clásicos textos que nos indican qué fue de cada uno de los protagonistas en el futuro, volviendo enredosamente a mezclar realidad con ficción.

Buen intento. Nada que objetar a su factura e ilustración acerca de Amin. No obstante, para mostrar un conflicto desde una óptica extranjera, recurso desgastado ya, por cierto, no era necesario otorgar a este visitante poderes de Estado. Alabada por la crítica y “ganadora” en opinión de muchos, no lo es ya para mí. Cuando se descubren las trampas es justo devolver los beneficios de la partida. Así pues, amigos, tras ver un quinto As bajo la mesa me resulta imposible guardar silencio. Decidan pues ustedes si el póker logrado por Kevin McDonald les arrebatará sus fichas.