Película El Greco

Resulta paradójico que una obra dedicada a un artista de tal magnitud encierre tan poco arte; cinematográfico, desde luego, aquí lo hayamos en dosis muy bajas. Y es que es éste un film en el que encontramos las únicas verdaderas muestras de talento artístico en las propias pinturas mostradas del genial griego durante su metraje, no diciendo esto demasiado en favor de su visionado, pues para disfrutar de estos maravillosos cuadros mejor lo haremos en museos y libros sin tener que soportar la distracción de los horrorosos diálogos de este guión tan aburrido como mal interpretado y dirigido.

¿El reclamo para acudir al cine?: la biografía de uno de los grandes pintores del Renacimiento, Doménikos Theotokópoulos, “El Greco”, griego afincado en España y genio universal, reconocido tanto por su calidad pictórica como por su particular y enigmático estilo. Un personaje con una gran historia que contar, envuelta en la película por la polémica generada tanto por su condición de rebelde cretense contra la ocupación veneciana como por sus discrepancias con la Santa Inquisición. Un reclamo que atrae espectadores ávidos de conocimiento y curiosidad con la misma facilidad con la que los deja insatisfechos, pues ni como completo biopic, que debería presentar a un personaje en toda la extensión de su vida, ni como atractiva película que saque buen partido de un episodio concreto de ésta, logra la cinta funcionar.

Un producto bastante impersonal de tedioso ritmo narrativo, especialmente vulgar y con tintes de telefilme, en el que parecen quererse atisbar intenciones de plasmar en su fotografía los colores y la atmósfera del pintor en sus obras, pero que no logra enganchar en su fallido intento a un espectador cada minuto más aburrido y resignado a descubrir del artista muy poco más de lo que ya sabía de éste antes de acudir a la sala.

Ofuscada en la relación del Greco con el inquisidor Niño de Guevara (Juan Diego Botto), la película se centra en este duelo interpretativo, culminado en tablas por inoperancia de sus dos contrincantes, muy poco ayudados -todo hay que decirlo- por el retrato de brocha gorda que de ellos hace un libreto que no convence desde el primer minuto. En definitiva, estamos ante una cinta bastante pobre en todos sus aspectos, donde ni tan siquiera la música de Vangelis se eleva del conjunto. Así, condenándose con el resto del film en el juicio definitivo a su propuesta, permítanme juzgar y jugar a humilde inquisidor cinematográfico. Mi veredicto: a la hoguera.