
Valoración de VaDeCine.es: 2
Título original: Camino Nacionalidad: España Año: 2008 Duración: 143 minutos Dirección: Javier Fesser Guión: Javier Fesser Fotografía: Álex Catalán Música: Rafael Arnau Intérpretes: Nerea Camacho (Camino), Carmen Elías (Gloria), Mariano Venancio (José), Manuela Vellés (Nuria), Ana Gracia (Inés), Lola Casamayor (Tía Marita), Emilio Gavira (Mr. Beebles), Lucas Manzano (Jesús/Cuco) Página web Trailer
Mucho se ha hablado de las ampollas que esta película está levantando en ciertos sectores de nuestra sociedad. Mucho se ha publicitado su discurso sobre el Opus Dei, que sin duda lo tiene, y bien claro queda. Pero poco -sin duda mucho menos- se ha contado o sabido acerca de la terrible historia de la verdadera protagonista de todo esto: Alexia González-Barros, una niña de 14 años que murió tras pasar por una terrible enfermedad que la obligó a postrarse en una cama hasta que finalmente cerró sus ojos. Es una prueba clarificadora de lo que parece ser lo verdaderamente importante aquí, y que Fesser se gusta en poner en imágenes: la crítica del entorno por encima de la profundización en el retrato.
El nombre que felizmente quiso escoger el director para su protagonista en el relato filmado es el mismo que el del título: Camino; y es que aquí hay mucho de oportuna imposición. Es una niña ciertamente bella y de una bondad y ganas de vivir exquisitas; lástima la losa que le supone haberle tocado vivir en un ambiente radicalmente puritano, con una madre de ideales cristianos extremos que le imposibilita una existencia plenamente libre, y un padre, parece, sometido a los dictámenes de su esposa, la verdadera mandamás de la familia. A eso hay que unir la ausencia de la hermana, emigrada a una congregación en Pamplona.

Así pues, la niña intenta vivir como buenamente puede, y su intérprete, Nerea Camacho, lucha esforzadamente por insuflar esa alegría y llenar de vitalidad a su personaje, pero Fesser marca una línea predominante en toda la narración y su puesta en escena que hace que se pierda cualquier atisbo de cariño: el exceso maniqueo. No por empeñarse en abrir mucho los ojos de su pupila cada vez que ve al chico que le gusta (curiosamente llamado Jesús, vaya usted a saber porqué…) va a transmitir un cierto entusiasmo o una necesaria credibilidad; más al contrario, al encerrarse en la misma visión ruinosamente idealizada con que paralelamente defenestra a la madre y demás ambiente perverso que rodea a la niña, consigue restar la seriedad que requiere abordar un relato tan delicado como éste. Tampoco ayudan mucho las bochornosas visualizaciones de los sueños y pesadillas de la chica, una suerte de surrealismo no muy alejado (por no decir directamente heredero) de los P. Tintos de su autor, sólo que envuelto en una pomposidad chirriante que incrustada aquí degenera en esperpento y desubicación.
Todo el film sigue una ortodoxa línea que carece de cualquier clase de un más que necesario matiz tratándose de un tema de estas características: se nos da una visión exageradamente partidista e instaurada en la radicalidad ideológica, donde el realizador se limita a demonizar todo lo relacionado con la cruz, como si fuera ésta una película de buenos (buenísimos) y malos (malísimos); utiliza los personajes a su antojo, para quitárselos de en medio con la misma brusquedad y simplicidad con que aborda el relato, buscando la facilísima lágrima y despreocupado por cualquier clase de incisión crítica válida, siempre brocha gorda en mano; sí se interesa, por el contrario, en explicitar sin ton ni son las intervenciones quirúrjicas, abordando así la dureza más soez y olvidándose de la inherente al relato. Todo un muestrario de la incapacidad del realizador para moverse en los terrenos de la mesura y en la captación de una sensibilidad veraz.

Cuando, al fin, llegamos al momento culminante, a Fesser no se le ocurre otra cosa que realizar un montaje paralelo que se quiere revitalizador y optimista en la visión de la muerte de la niña, pero que resulta edulcorante en su concepción -rebajada y ambigua con el resto- y sonrojante en su ejecución -de nuevo adscrita a la ampulosidad-, resultando aquélla a la postre una excusa que sirve para el último retrato falaz de los que se dan cita en la habitación, a los que se les trata como verdaderos tontos; una pantomima. No parece que nuestro Javier se haya parado a buscar en el diccionario el significado de la palabra sutileza.
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Vaya, que te ha gustado...
Por lo menos hay que aplaudir el cambio de registro de Fesser...