Película El Número 23

Walter, simpático y eficiente miembro de la perrera municipal, lleva una envidiable vida junto a una bella e inteligente esposa y un tan educado como afectivo hijo. Pero la felicidad es caprichosa y el encuentro casual con un extraño libro titulado El número 23 le transporta a la obsesión. La dichosa cifra le acecha constantemente. ¿Manía persecutoria o numérica predestinación?… ésa es la cuestión.

Eso no lo haces en la pared de tu casa, ¡sinvergüenza, gamberro!

La irregular carrera de Joel Schumacher sufre un nuevo revés con este martirizante enredo que se asemeja más a una desquiciante sopa de letras sin palabras en su interior que a un estudio medianamente interesante sobre la casualidad y la causalidad de un número. Por tanto, que nadie espere siquiera una revisión comercial de Pi. Fe en el Caos (Aronofsky, 1998), pues la decepción sería aterradoramente mayúscula.

Tampoco consigue Jim Carrey prorrogar su éxito en su carrera paralela como actor fuera de la comedia; y es que no todo iban a ser decisiones acertadas. Aunque procure ajustarse al personaje, el problema es inherente a esta obra cogida por los pelos, forzada y escasamente original.

Rodada por Schumacher con el piloto automático, todo en ella remite a otros títulos, desde sus aspectos técnicos, vulgares en los flashbacks, que intentan homenajear a las novelas negras y sólo consigue caer en tópicos detectivescos, hasta diálogos y argumento, cuya enredosa solución parece hija bastarda de la genial Memento (Nolan, 2000).

Ace Ventura muy desmejorado desde la terrible muerte de su cachondo monete.

Olvidable, de hecho ya olvidada, si alguien desea disfrutar de El número 23 que revise el sexto partido de las series finales de 1998 ante los Jazz, y comprobará la fatalidad del destino que el citado número infringió a los habitantes de Salt Lake City. sí fue digno de numérico recuerdo.