Película El Juego de Ender

Junto a Neuromante (William Gibson, 1984), la novela definitoria del ‘ciberpunk’, El Juego de Ender es la obra de ciencia-ficción más importante de la década de los ochenta. Orson Scott Card compuso un argumento futurista muy de su tiempo, militarizado y, como ocurría en 1985, con un contenido político apegado a la Guerra Fría. Su distopía se resumía en una Tierra en constante vigilia, temerosa de una segunda invasión alienígena de los insectores, que ya lo intentaron una vez y la suerte y la pericia de un único hombre salvaron a la humanidad. Desde entonces, sólo el Strategos pone de acuerdo a las Fuerzas Internacionales y a las adheridas al Pacto de Varsovia. Este grupo militar de élite se encarga de encontrar y formar desde niños a los genios que dirigirán la flota estelar en el futuro combate. El problemático Ender personifica la gran esperanza y desde muy pequeño será separado de su familia para comenzar su adiestramiento.

Es importante revelar el escenario literario, porque el film de Gavin Hood elimina todo el contenido político de su trama en esta adaptación ‘blockbusterizada’ de la novela. Al hacerlo, miniaturiza dos personajes fundamentales del libro: Peter y Valentine, hermanos de Ender. Sólo la primera (Abigail Breslin) tiene algún protagonismo -mal gestionado en todo caso- en la película. Probablemente más adecuada para el formato miniserie, El Juego de Ender se percibe así bastante superficial en sus casi dos horas de duración. El guion únicamente expone el intento de deshumanización de Ender y, paralelo a ello, su aprendizaje como futuro mariscal. Y lo hace con extrema velocidad. El tránsito es apresurado, pero también ñoño, pues se le extirpan algunos de sus momentos primordiales por su naturaleza indigesta para el gran público. El retrato del personaje –bien interpretado por el joven Assa Butterfield-, el único objetivo de enjundia que el director se impone, queda entonces mortalmente diezmado.

Como ocurre en tantas y tantas ocasiones, únicamente los lectores de la novela podrán perfilar los numerosos puntos difusos del largometraje y darle a éste la profundidad de la que a todas luces carece. Sólo en el aspecto visual, la película supera al libro. Una victoria pírrica en una batalla sin importancia dentro de una guerra en la que esta adaptación sale claramente derrotada.