
Valoración de VaDeCine.es: 7.5
Título original: The Place Beyond the Pines Nacionalidad: U.S.A. Año: 2012 Duración: 140 min. Dirección: Derek Cianfrance Guión: Derek Cianfrance, Ben Coccio, Darius Marder Fotografía: Sean Bobbitt Música: Mike Patton Intérpretes: Ryan Gosling (Luke), Bradley Cooper (Avery), Eva Mendes (Romina), Dane DeHaan (Jason), Emory Cohen (A.J.), Ray Liotta (Deluca), Rose Byrne (Jennifer), Ben Mendelsohn (Robin) Trailer
Derek Cianfrance contó en la notable Blue Valentine las desventuras de una pareja enamorada y aún así condenada por el destino a la ruptura. Lo hizo apelando a la deconstrucción de tal periodo, lo que otorgaba una visión preclara de un conjunto casi siempre abocado en nuestra memoria a dejar un poso de desilusión por permanecer en la retina mucho más vivazmente el periodo de agonía de una relación frente al esplendor de los primeros días, meses o años de ésta. La cinta causó furor entre la población indie (hasta el Festival de Gijón llegó el eco) y encontró un hueco en la ceremonia de los Oscars, con la merecida nominación de Michelle Williams a mejor actriz principal. Todo ello permitió al director afrontar con deashogo su segundo trabajo tras la cámara. En ese contexto llega la irregular pero no por ello menos estimable Cruce de Caminos (horrenda la reveladora traducción al castellano del poético The Place Beyond the Pines que el cineasta eligió para titular su obra), un segundo largometraje en el que Cianfrance pretende ratificar su condición de autor y desligarse de quienes, como él, despuntaron en su ópera prima; y seguidamente emigraron al plácido sillón holliwoodiense.
En esta sobria historia sobre el sino de individuo, sobre su incapacidad para escapar de su propia naturaleza, Cianfrance vuelve a desplegar astutamente una trama claramente delimitada en tres actos. En el tránsito entre la primera y la segunda parte del film, un fino hilo transporta el centro de masas del argumento desde el personaje encarnado por Ryan Gosling -un motorista acrobático en su particular intento de redención como padre- hacia el de Bradley Cooper, un policía arribista sobre el que pivota el segmento central. El brevísimo y truculento encuentro entre ambos explicita el traspaso de bártulos y, al mismo tiempo, da un nuevo enfoque a la obra, antes esposada al carisma de su actor fetiche y después centrada en la corrupción policial. Un tramo éste más coral, con espacio para el vuelo de sus secundarios, en especial el de un amenazante Ray Liotta. Más discutible es sin embargo el engarce del último acto del film, centrado en el choque entre dos personalidades adolescentes, que sirve para filtrar un interesante discurso sobre lo inexorable de nuestra herencia como seres humanos.

Si este trabajo no consigue encaramarse entre lo más elevado de esta temporada veraniega quizás sea porque tanto tránsito llega a despistar emocionalmente y hace perder al conjunto su capacidad para remover al espectador, por lo menos para hacerlo tanto como uno adivina que el director pretende. En todo caso, aunque hubiera sido deseable una pizca más de empaque en cada segmento argumental, el drama subyuga de verdad en un puñado de ocasiones, casi siempre con Bradley Cooper frente a la cámara una vez que Cianfrance deja a un lado su fallido intento iconoclasta (Ryan Gosling repite los modismos exhibidos en Drive porque su personaje es prácticamente calcado). Pero el principal problema que yo encuentro es que la poesía que finalmente evoca ese lugar más allá de los pinos, presente en todos los momentos álgidos la obra, está pagada con un remate poco creíble desde su mismo planteamiento. 
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