Película El Tren de las 3:10 (1957)

Producida en un momento en que la corriente psicológica del género estaba ya plenamente consolidada, este western de Delmer Daves da un paso más allá; si lo que caracteriza esta tendencia es la primacía de los personajes sobre la acción, el guion de Halsted Welles a partir de una historia de Elmore Leonard (sólido escritor de historias policiacas, por cierto) plantea un reto solo igualado dos años después por Boetticher en Ride Lonesome [tv/dvd: Cabalgar en solitario, 1959]: reducir la acción al mínimo y convertir el estudio de los personajes en la base de la historia.

Partiendo de premisas similares a las de Raíces profundas (Shane, 1953), se excluyen con prontitud los conflictos familiares expuestos soterradamente en el título previo para ampliar la esencia de éste, es decir, la conversión del pistolero y el porqué de su defensa a quienes antes oprimía. En este sentido, Daves se revela como un maestro en la dirección de actores a partir de la confrontación de posturas entre los dos en apariencia antagónicos protagonistas: en una soberbia lección interpretativa, Glenn Ford y Van Heflin imprimen en la pantalla el duelo interno, mucho más intenso que cualquier tiroteo, en el que cada uno cederá parte de su personalidad al otro.

Dan Evans (Heflin) habrá de reconocer, así, que su terca dignidad como defensor de la ley y la moral quizá no siempre resulte acertada, mientras que el forajido Ben Wade (inigualable Glenn Ford, en un papel en principio difícil para una estrella tan aceptada por el gran público) se verá impelido a ver la situación desde el punto de vista de su enemigo y aceptar su destino, probablemente no muy distinto al de Shane.

Los géneros, bien es sabido, no son más que clasificaciones artificiales realizadas para conjuntar en el mismo grupo una serie de arquetipos. Pero, ¿qué ocurre cuando aparece un film como el presente, en el que la mayoría de esos arquetipos están ausentes? Sencillamente, se revela el artificio, y solo de una forma lo podemos englobar: dentro de las obras maestras imperecederas.

SEGUNDA CRÍTICA. Por ERROR HUMANO. Valoración: 7.5 (24 septiembre 2008)

Delmer Daves (1904-1977), fue uno de esos artesanos del cine que firmaban cualquier encargo con minuciosa precisión, buen ritmo narrativo y detalles notables que no escapan al avezado espectador. Más allá de ser un mero cumplidor, dotaba de cierta genialidad sus trabajos, pero es, sin duda, uno de esos olvidados directores que merecerían más respeto y atención. En su filmografía podemos encontrar piezas de verdadera calidad, en las que él permanece un poco en la sombra, dejando el estrellato para los grandes actores del momento, como Grant en su Destino Tokyo (1943), Bogart en La Senda Tenebrosa (1947), James Stewart en Flecha Rota (1950), o Gary Cooper en la conocida El Árbol del Ahorcado (1959), por citar algunos títulos.

«-¿Billetes? – Yo no llevo, Sr. Revisor, es que soy hijo de ferroviario».

En el film que nos ocupa, El Tren de las 3:10, uno de los más destacados de su carrera, confía en Glenn Ford para encarnar al carismático forajido Ben Wade y éste le devolvió la confianza con una interpretación maestra que era necesaria como engranaje básico para el funcionamiento de la historia. Basada en un relato corto del genial escritor pulp Elmore Leonard, narra un inusitado duelo del oeste en el cual no son necesarios disparos sino brillantes diálogos sostenidos por dos consistentes intérpretes, alejándose muchísimo de la tónica habitual del género en aquella época.

Daves nos enseña la dualidad de la condición humana, a través del enfrentamiento entre el memorable bandido Wade y el honrado Dan Evans (Van Heflin) que, a causa de una tenaz sequía, ve como sus pastos se secan y su ganado muere a la vez que se encuentra dolido en su orgullo, al creer que su familia lo ve incapaz de mantenerlos. Por casualidad, se topa con la oportunidad de ganar unos dólares que le permitirían pagar la cuota del agua de riego hasta que llegue la época de lluvias y, de paso, demostrar(se) que es capaz de mantener a su familia, pero el trabajo no resultará sencillo: custodiar al recién apresado Ben Wade hasta hacerlo montar en el tren de las 3:10 hacia la prisión de Yuma. Entretanto, la banda del despiadado pistolero intentará liberar a su jefe.

El intempestivo horario del tren ha malogrado la siesta de estos dos mozalbetes.

La historia nos muestra como hay valores que resisten más allá del dinero y como la dignidad, la honradez y la moral de un hombre pueden convencer, por insistencia y convicción, a cualquiera. Un relato humanista que huye de posturas maniqueas a pesar de su redentor desenlace, y que tiene su punto álgido cerca del final en una claustrofóbica habitación donde el tiempo parece no pasar en espera del tren. En esta interacción final entre los protagonistas se empareja el film con la idea de Mefísto, el tentador y atractivo captor de almas para el infierno.

Técnicamente brillante, su puesta en escena tiende a cierto expresionismo en su cuidada fotografía en blanco y negro, moviendo con habilidad el objetivo y con un montaje preciso y fluido. Una de las obras clave de Delmer Daves, renovador del western, que solamente se ve privada de entrar en los clásicos indiscutibles del oeste por una conclusión en forma de lluvia casi bíblica que resta fuerza a la tensión previa, un final algo rancio incluso para su época, pero que no daña en exceso al conjunto. Absolutamente recomendable, olviden sus prejuicios sobre el género, alimentados sin duda por la emisión ingente de vulgaridades del mismo en cadenas autonómicas, y disfruten de esta cuidada obra sobre la condición humana.