Valoración de VaDeCine.es: 6
Título original: Zero Dark Thirty
Nacionalidad: EE.UU.
Año: 2012 Duración: 157 min.
Dirección: Kathryn Bigelow
Guión: Mark Boal
Fotografía: Greig Fraser
Música: Alexandre Desplat
Intérpretes: Jessica Chastain (Maya), Jason Clark (Dan), Joel Edgerton (Patrick), Jennifer Ehle (Jessica), Mark Strong (George), Edgar Ramirez (Larry), James Gandolfini (director de la CIA)
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EL QUE LA SIGUE, LA CONSIGUE
El espectador neutro -si acaso existe tal figura- se acerca a este film intrigado por conocer más acerca de ese oscuro momento de la historia contemporánea donde el ejército americano supuestamente exterminó al mal corporeizado (o al menos el concepto más letal del mal que se haya conocido conforme a los intereses de Occidente y las sociedades libres): Osama Bin Laden. Y lo cierto es que transcurridas las más de dos horas y media de proyección de La noche más oscura, dicho espectador podrá esgrimir haber presenciado una solvente obra de ficción, pero en ningún caso podrá estar más seguro sobre el fondo de la cuestión, más allá de la correspondiente visita a ciertos lugares comunes que probablemente ya conociera de antemano.
Quizá uno peque de optimismo pretendiendo que un film de ficción producido en EE.UU. y que aborda la aureola del más catastrófico atentado visto en aquel país se atreva a remover vísceras y bucear en la herida aún sangrante, pero considero que toda obra de arte debe estar comprometida, y aquí se navega conscientemente entre dos aguas para no llegar a alcanzar ningún puerto concreto. Al contrario de lo que pudiera parecer, no se trata de un film patriótico. Es más un estudio de la cadena de montaje de los diferentes actos de investigación que llegan a propiciar una decisión bélica, y, sobre todo, una muestra del esfuerzo personal e inquebrantable en el objetivo de la consecución de una idea, que un análisis o cuestionamiento de los hechos que acontecen en el interior de las correspondientes secuencias.

Se conforma así una suerte de film-autómata. Una película bastante redonda en su construcción narrativa, que se demuestra principalmente en la progresiva y cada vez más radicalizada toma de conciencia que efectúa el personaje interpretado por Jessica Chastain, que no ceja en su empeño de obtener éxito a su cometido (equivalente al de su país, pero leído a un nivel personal y más íntimo, conforme a la demostración de la validez del esfuerzo y la superación en su trabajo, más que a la connivencia, que también, con el triunfo global de su nación). Sin embargo, la cinta carece de un alma verdadero, más allá del odio o la satisfacción personal que mueve a la mayoría de sus personajes, que la propulse por encima de la palabrería o los gestos fruncidos que estos propugnan.
La demostración más palpable de esta impersonalidad de fácil acople en el público es que el film se abra con una serie de secuencias de tortura de talibanes por parte de investigadores americanos de la CIA. Represión sustentada en el diálogo; violencia muy light; y pronta desaparición de las tomas. Un evidente quiero y no puedo por parte de Bigelow, hundida en las arenas movedizas de la corrección política en medio de este show, que no tardaron en desmentir altos cargos del gobierno USA (prueba obvia de lo verídico del asunto). Así, el escaso thriller que se podía intuir se hace invisible en favor de un film más que político, periodístico, bien ensamblado, dialogado e interpretado en su discurrir, pero insustancial en su conjunto.

Sólo al final resuenan los vientos. Cual valkyria wagneriana pero con el modo silencioso activado, Bigelow nos entrega una secuencia de invasión que es pura adrenalina fílmica. Estudiada hasta el detalle, ricamente planificada y mejor ejecutada, la escena cumbre libera tensión por todos los ángulos de la cámara; en medio de la oscuridad, reina el verdor literal de la batalla, una lucha íntima, suave y extremadamente profesional -si bien no exenta de complicaciones: licencias de la ficción-, donde no importa el vencedor (sabido de antemano) sino el modo y la inquietud que supone la verificación del fondo... de nuevo fallido, solamente sugerido, a propósito desenfocado.
En un momento de Zero Dark Thirty, uno de los investigadores principales de la CIA juega y da de comer a unos pequeños monos enjaulados, encerrado él a su vez en el interior de los muros de un cuartel americano de alta seguridad en mitad de territorio afgano. Al cabo de un rato, vuelve y los monos han desaparecido, para incomprensión y leve tristeza suya. Una parábola prácticamente perfecta de la relación América-Territorio Oriental vivida en los últimos 30 años, fruto de la cual se ha extinguido la vida de tantos inocentes. Lástima que, al igual que la última escena, se trate de una toma demasiado aislada y carente de relación con el no-discurso del film.

Perdónenme si me muestro escéptico en lo referente a la muerte de Bin Laden. Hecho que ocurrió oportunamente cuando la popularidad de Obama estaba empezando a decaer, sin contar con que nunca se vio el cuerpo del cadáver, con varias excusas como que fue arrojado al mar o que era inmoral mostrar el cadáver ¿y entrar en una casa y matar a todos los habitantes, no?
En cuanto al largometraje ciñéndonos en lo artístico, se hacen un poco pesadas las dos horas y media que dura, centrándose en la protagonista y su profesionalidad todo gira alrededor de ella, los interrogatorios, los atentados, incluso algunas víctimas. El espectador no se siente en ningún momento identificado con la protagonista, es un observador más sentado en la silla del rincón viendo como ocurren los hechos, no siente rabia cuando se sufren pérdidas del bando americano, ni siente alegría cuando Bin Laden es abatido a tiros. ¿Cómo es posible que tan peligroso terrorista no tuviese una puerta falsa, o una vía de escape en su refugio, y no huyese al oír las explosiones y los tiros?
Los que esperáis un largometraje de acción, vais a pasar las dos primeras horas aburridos, los que esperáis una película de espías al estilo de James Bond ni es igual ni se le parece.