
Valoración de VaDeCine.es: 7
Título original: The Hobbit: An Unexpected Journey Nacionalidad: U.S.A. Año: 2012 Duración: 169 min. Dirección: Peter Jackson Guión: Fran Walsh, Philippa Boyens, Peter Jackson, Guillermo del Toro (Novela de J.R.R. Tolkien) Fotografía: Andrew Lesnie Música: Howard Shore Intérpretes: Martin Freeman (Bilbo), Ian McKellen (Gandalf), Richard Armitage (Thorin), Ken Stott (Balin), Graham McTavish (Dwalin), Peter Hambleton (Gloin).
Trailer EL INESPERADO VIAJE DE PETER JACKSON
Peter Jackson siempre fue consciente de la insensatez que suponía enfrentarse a su propia y alargada sombra. Él había sobrevivido a un reto incomparable con su extraordinaria adaptación de El Señor de los Anillos y, ahora, puestos a estrujar la gallina de los huevos de oro del universo Tolkien, lo más inteligente era elegir otra punta de lanza para el proyecto de El Hobbit. Guillermo del Toro se encargaría de la dirección. Jackson, en la producción. Una atalaya desde la que controlar el producto y sus beneficios. Un merecido retiro. No más aventuras y sobresaltos, por favor. Pero he aquí, vueltas que da el destino, que tras una de las preproducciones más accidentadas y trufadas de rumorología que el cine recuerda, Jackson se ha visto al frente de El Hobbit. De nuevo a las riendas, a la dirección de otra faraónica trilogía (formato esta vez forzado por la mercadotecnia y no por la literatura). Otra vez frente al reto mayúsculo, con el prestigio en juego y un abrumador precedente. De este modo, como el acomodado hobbit que, sin pretenderlo, se ve envuelto en una aventura inimaginable, Peter Jackson emprende su propio y particular viaje inesperado, si me permiten el paralelismo. 
A las razones personales, profesionales y cinematográficas para no acometer el proyecto, habremos de unir las literarias. Todo el que haya leído la obra de J.R.R. Tolkien, convendrá lo apropiado que hubiera resultado mantener la cronología en la creación de los filmes. Ahora, a estas alturas, tras haber presenciado en la gran pantalla la batalla por la devastación total de La Tierra Media, tras combatir en la Guerra del Anillo, al público mayoritario le resultará escasa de épica la encantadora aventura de los enanos en busca de Erebor, en busca de la desolación de Smaug el dragón. Escaramuzas, habrá quien diga.
De aquí, principalmente, provendrán la mayor parte de decepciones en la sala. No habrá abismos de Helm, nada cercano a la batalla de los campos de Pellennor, pero es que El Hobbit es una aventura y no una guerra. Es el libro primigenio donde se fue fraguando lo que luego habría de ser. Peter Jackson y su equipo lo sabían, por eso allá por finales de los 90 querían rodar El Hobbit antes que El Señor de los Anillos. Hoy, siguen siendo conscientes de ello. Razón por la que se han volcado en respetar el espíritu de la obra literaria y el de sus filmes anteriores.
El respeto al original implica un carácter marcadamente más infantil; la coherencia con la obra de Jackson, cierta pérdida de frescura. Pero, aún con todo, el tono es certero, la apuesta adecuada, y aquellos que disfrutaron más con La comunidad del anillo que con la grandilocuencia de El retorno del rey, aquellos lectores que recuerdan con simpatía su introducción en el universo Tolkien a través del negro sobre blanco (o de las inolvidables ilustraciones del Bestiario de David Day), se enrolarán encantados en un nuevo viaje: el de Thorin “Escudo de roble” y el pueblo enano por recuperar las tierras que antaño fueron su reino, hoy custodiadas por el fuego escupido. El de Bilbo Bolsón y su encuentro con el anillo (Gollum, siempre Gollum), paralelamente. Aquella partida y regreso de un hobbit que tanto desencadenaría. 
No escucharán grandes alabanzas a este El Hobbit. No aún. El blanco humor y las canciones podrían desquiciar a más de uno. El mérito del diseño de producción será relativo, pues el continuismo es absoluto. Y en el apartado técnico no habrá, a pesar de haber transcurrido una década, mejoras significativas respecto a El Señor de los Anillos. Si acaso, el innovador rodaje en 3D de 48 fotogramas por segundo aporta ese aspecto hiperrealista que a los misoneístas se nos antoja telefilme. Pero este largometraje es lúdica aventura y es, sobre todo, Tolkien. Es sus árboles genealógicos crecientes y complejos, las diferentes razas e idiosincrasias. Es las leyendas de tiempos remotos que tornan ciertas, el intrincado universo mitológico y la historia de todo un mundo. Es, en definitiva, un cuento que apetece seguir descubriendo.
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Volvemos a la Tierra Media, y allí nos volvemos a encontrar con hobbits "medianos", elfos, enanos, orcos, bestias y otras criaturas e incluso un dragón. Volvemos a disfrutar de los maravillosos paisajes neozelandeses todos muy verdes. Como toda buena saga que se precie la primera parte del largometraje consiste en la presentación de los personajes (aunque a algunos ya los conocíamos como a Gandalf y a Bilbo, pero al resto de la compañía que son los trece enanos no) y su historia.
Al estar rodada en 3D si la ves como yo en 2D notaras que algunas escenas están desenfocadas. Los efectos especiales como no podía ser menos en un largometraje de este presupuesto están bastante conseguidos. Contiene algún que otro guiño a la anterior trilogía con la aparición de diversos personajes. Hay algunas escenas que a mi gusto sobran o las alargan demasiado como por ejemplo la reunión de magos, la escena de los trolls o el juego entre el Gollum y Bilbo, pues no aportan nada a la trama y lo que hacen es ralentizar la historia.
El largometraje entretiene, pues a pesar de durar casi tres horas no se hace pesado, aporta acción y sentido del humor, y tiene su momento de emoción y épica en el tramo final. Y nos deja un mensaje final: los valores más importantes se encuentran en los seres más sencillos.