Película Invasor

PABLO BOURNE INVADE IRAK (Y SUFRE LAS CONSECUENCIAS)

El legado de Bourne es prolongado. Y no, no me refiero a la última película (bastante deficiente, a mi juicio) de aquella saga, sino a la misma imagen y concepto del personaje. Aquél que protagonizara convincentemente Matt Damon, sobre todo cuando se encontró bajo la dirección de Paul Greengrass. Y es que gran parte del thriller moderno bebe de las aguas revueltas que este último encumbró en sus dos películas sobre el personaje; no sólo eso, sino que ni él mismo fue incapaz de desprenderse del sello que en ellas marcó, prolongándolo en espíritu en The Green Zone (film que, por cierto, guarda bastante relación de fondo con este que nos ocupa). Y eso ha llegado también a nuestro país, y es bien visible en esta Invasor (baste con echar un vistazo a su póster).

El origen semántico del título apunta directamente hacia nuestro gobierno. Concretamente al de José Luis Rodríguez Zapatero, que fue connivente con los EE.UU. a la hora de desplazar soldados a territorio iraquí, en pos de la realización de unas “misiones humanitarias” una vez finalizada la guerra originada por aquellos tres iluminados de las Azores que tan bien conocemos todos (o quizás no tanto). Un cometido de apagafuegos que no hizo otra cosa sino demostrar la futilidad de parte del cuerpo armado, un ente destructor por definición y que, enfrentado a otros menesteres de índole completamente opuesta y bienintencionada, se torna no sólo ineficiente sino, lo que es mucho más grave, desestabilizante en la sociedad sobre la que impacta. Así quedó demostrado, una vez más, con la muerte de varios soldados españoles en estas misiones.

Pues bien, Invasor bucea en ese conflicto y, sobre todo, en los ecos que dejó en nuestro territorio y en las personas implicadas en el escabroso asunto. Su ficción se atreve a proponer algo muy cercano a los crímenes de guerra (y de estado), para a partir de ahí jugar, primero, al espionaje y, más tarde, desembocar en un thriller espectacular y repleto de acción. Es conocido el gusto de Daniel Calparsoro por este género y su desenvoltura en el mismo, y lo cierto es que abordando la cinta en un sentido estrictamente genérico, hay que reconocerle sus buenas maneras tras las cámaras, gracias a un rico dinamismo de movimientos y a la imposición de un ritmo alegre, lo que aporta un grato entretenimiento al espectador. El problema viene a partir de sus ínfulas reprobatorias, que logran hacer bastante increíble una trama por otro lado muy desequilibrada, que no termina de cuajar en su mezcolanza de cine bélico, drama familiar, crítica política y cinta de acción. A medida que la narración avanza, se va perdiendo el escaso apunte sugerente que se había mostrado para conformar una oda a la explicitud, que se hace patente en determinados correteos y revueltas en que se ven envueltos los personajes, más propios de un exacerbado folletín tradicional español que de un thriller propiamente dicho.

Fallida reconversión, por tanto, del famoso personaje creado por Robert Ludlum a territorio cañí. Y no será por los esfuerzos interpretativos que realiza Alberto Ammann, pero es que aquí todo suena tan magnificado que sólo un verdadero personaje en sí mismo como Karra Elejalde parece encajar en esta pseudo-ficción. Si es cierto que hay indicios de corrupción y necesidades ocultas de situar a los buenos como los malos y viceversa por parte del gobierno de España, sin duda no será esta la película que sirva como su paradigma.