Película El caso Bourne

El párrafo inaugural de este texto va a parecer en primera instancia obvio e innecesario, pues en él defenderé que el éxito –tanto de público como de crítica– de la trilogía sobre Jason Bourne se basa principalmente en contarnos una buena historia. A partir de aquí podremos hablar de interpretaciones, del ritmo, del montaje o de la fotografía. De lo que quieran. Pero lo principal es tener una historia que contar. Desgraciadamente, esto no es siempre así. ¿Cuántas veces ha comentado con alguien querido –o con su pareja– que cómo es posible que nadie aprobara y financiara tal o cual película? Con los millones que se invierten en ellas, ¿estamos locos o qué?

Jason Bourne fue antes palabra escrita sobre papel por emborronar que centro de gravedad de un fotograma. Agente ficticio creado por el novelista Robert Ludlum, tristemente fallecido en 2001, protagonizó los libros El caso Bourne (1980), El mito de Bourne (1986) y El ultimátum de Bourne (1990). Como ya saben, cada título del libro fue posteriormente llevado a las pantallas de cine.

La primera de ellas lo hizo en 2002, filmada por Doug Liman (1965, EE.UU.), en aquel entonces un director sin una gran legado que lo respaldase –personalmente, esto no ha cambiado mucho desde entonces–. Matt Damon (1970, EE.UU) pondría rostro y músculo al personaje. Ya no hay forma de leer las novelas sin imaginar su perfil.

El caso Bourne se rueda conscientes de que formará parte de una trilogía. Esto les conduce a utilizar este primer título para presentar a Bourne y exponer su causa –historia o misión–, así como para desenmascarar al espionaje organizado por el propio Estado. Será en posteriores títulos cuando se desarrollen y finiquiten las preguntas que quedan en el aire tras el primer fundido en negro.

Lo primero que vemos es un barco pesquero sacudido por un mar violento que besa la playa de Marsella. Los curtidos hombres matan el tiempo jugando a las cartas antes de que el tiempo los mate a ellos. Es de noche y no hay faena. Uno de ellos, por la borda, ve a un hombre a punto de morir ahogado –¿por qué no recogen un cadáver? –. Lo suben. Le curan las heridas de bala. Le salvan la vida.

El joven acaba despertando. No sabe dónde está ni quién es. Irá recobrando las fuerzas y ayudando a los pescadores en sus tareas. Sin embargo, la cosa no funciona. Sabe interpretar un mapa, escribir sin faltas de ortografía, andar sin perder el paso, hablar correctamente diferentes idiomas… pero no recuerda su identidad. Qué le pasa en la cabeza. La respuesta a esta pregunta será la columna vertebral de los tres títulos. Una respuesta que no será sencilla, que se bañará en sangre y que puede no sea amable con quien hizo la pregunta.

Ya en el puerto, se despide de la tripulación para dirigirse a una entidad financiera suiza. En su cadera portaba un número de cuenta cuando los marinos le arrancaron de las frías manos de la muerte. La cuenta es de una caja de seguridad. La abre. En ella encuentras un dineral en distintas monedas de curso legal, un arma, varios pasaportes con su foto y distintos nombres o alias –entre ellos el de Jason Bourne (EE.UU.)–. Desde ese momento, comienza la caza.

Solitarios asesinos, cumpliendo órdenes selladas por el gobierno de los EE.UU., intentan acabar con la vida de nuestro Lázaro, el agente oculto que regresó de entre los muertos. “¿Por qué quieren acabar conmigo? ¿Qué hice en el pasado para merecer este castigo?” se pregunta Jason mientras esquiva bala y filos de navaja. En su huida hacia adelante, que tiene lugar mayormente en París y alrededores, arrastra sin querer a una joven, Marie Helena Kreutz, interpretada por Franka Potente (1974, Alemania), que se ve envuelta en una historia que en principio le era totalmente ajena. Tiene miedo y dudas. Unas veces sólo de los asesinos que intentan terminar con ellos. Cuando sabe más, de todos.

Evasión que tornará en cruenta persecución, pues pudiendo desaparecer y empezar de cero, Jason Bourne decide saber quién era realmente y quién está detrás de todo. Ahora serán los que normalmente mueven a su antojo las piezas del tablero los que tendrán que vigilar sus espaldas.

El tiempo y la prensa han relegado a este film a permanecer un escalón por debajo de sus dos hermanas pequeñas. En mi opinión, injustamente. En este juicio de valor creo que ha pesado demasiado el nombre del director de El mito de Bourne (2004) y El ultimátum de Bourne (2007), Paul Greengrass (Inglaterra, 1955), cuya carrera es más importante e interesante que la de Doug Liman. Recordemos que es el responsable de títulos como Bloody Sunday (2002) y United 93 (2006). Por tanto, hablamos de un director con mucho gusto y pericia para planificar y rodar con ingenio y talento cada diálogo, cada pelea, cada pregunta sin respuesta.

Resumiendo. Una primera entrega muy entretenida perteneciente a una trilogía muy atractiva. Quizás la base de una futura franquicia en la que ni siquiera sea necesaria la presencia del propio Jason Bourne.