
Valoración de VaDeCine.es: 2
Título original: Gone Nacionalidad: EE.UU. Año: 2012 Duración: 94 min. Dirección: Heitor Dhalia Guión: Allison Burnett Fotografía: Michael Grady Música: David Buckley Intérpretes: Amanda Seyfried (Jill), Daniel Sunjata (Powers), Jennifer Carpenter (Sharon Ames), Sebastian Stan (Billy), Wes Bentley (Peter Hood)
Trailer Proliferan en la cartelera películas anodinas, superfluas producciones en serie que sobreviven con muy poco, por no decir nada, que aportar al espectador, ni siquiera un entretenimiento digno, o al menos algo de tensión, por más que el filme en cuestión lleve aparejada la etiqueta de thriller. El caso es que, semana tras semana, ahí están, a nuestra libre elección, y el respetable va a verlas. Y eso que estamos en crisis. Pero la gente necesita evasión, y prefiere gastarse los cuartos en esto en lugar de tomarse un buen café y así aprovechar para charlar con la pareja o los amigos correspondientes, de cine por ejemplo, de buen cine, incluso (aunque no se emita en la gran pantalla). Cuestión de gustos.
Sin rastro, la última película del brasileño Heitor Dhalia (del que no tengo el gusto de conocer ninguno de sus tres largos anteriores, ni ganas que me quedan) debe ser otro director importado más. Una figura venida de fuera, que busca a toda costa poder realizar un film dentro de la todopoderosa industria estadounidense, y que finalmente lo logra, gracias a que algún gerifalte del tres al cuarto inmerso en aquélla aun sin pertenecer a su top, se fija en su rutinaria artesanía tras la cámara y decide financiarle su trabajo apostando a que entregará un producto perfectamente estándar y, por lo tanto, merecedor de la suficiente recaudación como para ser rentable. Para eliminar dudas al respecto, se pone a una cara bonita delante y así el póster terminará de entrar por los ojos a los valientes que acudan a taquilla. 
La película no tiene demasiado que contar. Se inscribe dentro de lo que podríamos considerar como el subgénero de las desapariciones o secuestros, una de cuyas cumbres más reconocibles vendría a ser Desaparecido, del genial realizador griego Costa-Gavras, donde cabe demostrar la hondura moral, social y política que esta clase de filmes posibilita, y en donde Sin rastro hace un gran honor a su título. Sirva esta insultante comparación para dejar ver cómo un producto de esta índole, hoy día, no está pensado para comprometer la mirada del espectador sino para todo lo contrario: instaurar su conciencia en el reino de la comodidad y lo bienpensante. Signos de un guión que juega en el filo de lo admisible, de lo medianamente creíble, mediante el abuso de flashbacks desubicados y lastimosos que intentan no ya acrecentar sino siquiera transmitir la sensación de desasosiego y posible autenticidad sobre los terrible hechos que le ocurrieron a la protagonista. Deambulando en los primeros momentos por los márgenes de algo parecido a la intriga, incluso al cine de misterio en según qué planos, lo que vendrá a continuación será la planicie más absoluta.
Si algo tiene de bueno este film al que sin duda pronto se le anexará el prefijo de “tele” y de esta manera pasar a formar una parte imprescindible de la impagable parrilla de Antena 3, es la posibilidad de poder contemplar, y por duplicado (aunque más claramente exhibido en su segunda aparición, para nuestra mayor gloria y regocijo), a uno de los peores malos de la historia del cine. Malo por enarbolar el patetismo hasta las cotas más insospechadas; uno de los pocos que tropieza dos veces con la misma piedra, sólo que su caída es representada despiadada y furiosamente en lugar de ser vertebrada a raíz de su inherente comicidad. No podía ser de otro modo en una cinta que se toma muy en serio a sí misma y además escupe corrección con rabiosas maneras para levantar un pedestal a una heroicidad que se erige tan falsa como una escopeta de feria. Pero sin feria.
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Esta chica se empieza a meter en cada bodrio...