Película Bailando con lobos

En 1990 un debutante tras las cámaras Kevin Costner arrasó en los Oscar gracias a esta producción épica que lleva a la gran pantalla la novela homónima escrita por Michael Blake. En ella, un mando del ejército de la Unión cuya inquebrantable fe en su labor se empieza a agrietar ante el sinsentido de la Guerra de Secesión es mandado a un puesto fronterizo sin compañía alguna. Allí aprenderá de forma paulatina a sentirse bien consigo mismo y el entorno que le rodea a través del conocimiento y compañía de los Sioux, en principio sus enemigos naturales.

Lo que comienza como un western pacifista tardío, no en vano pocos años después terminaría la colonización, en el que el protagonista escapa de la barbarie casi por casualidad y habiendo perdido toda esperanza, transmuta de manera suave y detallada en un manifiesto anti-imperialista personalizado en el pueblo indio masacrado durante esa época por el “hombre blanco”. Dando por hecho que para ver las cosas con más claridad hay que alejarse del conjunto y dejar que los árboles te permitan ver el bosque, una voz en off a veces un tanto irritante y unos paisajes y fotografía apabullantes te introducen de manera inequívoca en el espíritu de un hombre que no busca la redención, simplemente la tranquilidad de su alma (aunque eso tal vez es la redención). La película se toma su tiempo pero lo hace acertadamente, ya que nos debe dejar entrar en la mente de un soldado en estas circunstancias para que podamos entender lo que viene a continuación. De otra manera podría haber resultado algo inverosímil o forzado y no lo es en absoluto.

“Se teme lo que no se conoce” es una de las máximas que el ser humano ha ido arrastrando a través de su Historia como una piedra atada a su cuello, y Bailando con lobos la utiliza para desmontar los prejuicios con un desarrollo standard tantas veces utilizado, pero consiguiendo triunfar gracias a su sinceridad y un texto perfectamente estructurado y nada abrupto, que se ve incluso mejorado en su versión sin cortes. El lirismo, la belleza y la poesía puestos al servicio de la historia y no al revés, de modo que este épico envoltorio no distraiga de lo que realmente importa, el tono intimista que sirve de contraplano a los grandes horizontes plagados de caballos o búfalos y que a su vez se convierte en el verdadero motor de lo contado. Y es que los cambios y las revoluciones se llevan a cabo partiendo desde dentro de uno mismo, de lo más personal, sin eso no hay nada que hacer. Una mezcla de las más grandes y más pequeñas armas que tiene el Cine que Costner repetiría nuevamente años después con resultados bien distintos en las (muy) olvidables Waterworld y Mensajero del futuro.