Película Dylan Dog: los muertos de la noche

Dylan Dog, personaje de cómic creado por Tiziano Sclavi en 1986, es hoy en día el protagonista de un apreciado cómic de culto. Como tal, su fama es razonablemente limitada, aunque sus fieles defienden el esplendor de una iconografía ciertamente elaborada, eso sí, tras la recolección de múltiples influencias, resaltando estos además la profundidad de sus historias y personajes. La argumentación de la obra presenta un detective de lo sobrenatural que se maneja con maña entre el mundo de los vivos y el de los monstruos que sobreviven ocultos entre nosotros. Ya saben: sociedades organizadas de vampiros, castas de hombres lobos, muertos vivientes, demonios…, en definitiva, ese discurso de que estos seres de leyenda son reales y mantienen sus códigos mientras los ignorantes humanos no nos enteramos de la misa la media. «Podría ser tu vecino, aquel mendigo, la señora del quinto, blablabla…» Habría que leerlo más detenidamente para valorar.

Ahora, con Kevin Munroe al volante, nos llega esta -entendemos- desafortunada adaptación cinematográfica que hace imposible apoyar las razones de su significativo éxito para quienes no conocen el material original. Y es que este batiburrillo de ideas resobadas y referentes demasiado reconocibles es un producto tan poco iluminado a todos los niveles, tanto estéticos como argumentales y estilísticos, que cuesta bastante entender que haya pasado el corte para su exhibición en salas.

El inicial tono noir del relato en off del investigador parece prometer una narración como mínimo soportable; sin embargo, se trata sólo un espejismo, pues muy pronto este desorientado proyecto desvela sus torpemente manejadas armas: cadena de pesquisas, rarezas pulp, terror artesanal y apasionada comedia negra de lo más arriesgada. Parece difícil concretar tanto desatino, pero casi nada funciona como deben imaginar sus autores, y ese pretendidamente bizarro sentido del humor, lo que menos. El resultado es una tediosa aventura que muy temprano nos invita a consultar el reloj; un capítulo largo y malo de cierta serie de cazavampiros de cuyo cutre look y peores guiones preferiría no haberme acordado, nefasto manejo de la acción incluido

Y es ahora cuando toca preguntarse por qué el atractivo Brandon Routh (el último Superman) ha caído en un engendro como éste. Afortunadamente no creemos en maldiciones; en todo caso, cobrar un buen sueldo pese al pobre rendimiento que puede extraer esta película sólo puede considerarse una suerte a fin de cuentas. No obstante, seguro que sus aspiraciones artísticas y económicas no se asemejaban a esto tras el escaparate de portar la capa carmesí a ojos del planeta cine. Esperemos que pronto remonte el vuelo. Tiene porte y le adivino clase. Olerse un pestiño al leer el libreto es el primer paso para no perder más caché. Ojo avizor, Brandon. Seguro que te ofrecerán mejores quehaceres. Ahora bien, que no te vean mucho por estos lares: te puedes pringar para siempre.