
Valoración de VaDeCine.es: 7
Título original: La Conquete Nacionalidad: Francia Año: 2011 Duración: 105 min. Dirección: Xavier Durringer Guión: Patrick Rotman Fotografía: Gilles Porte Música: Nicola Piovani Intérpretes: Denis Podalydès (Nicolas Sarkozy), Bernard Le Coq (Jacques Chirac), Florence Pernel (Cécilia Sarkozy), Samuel Labarthe (Dominic de Villepin)
Trailer
La tortilla parece, sólo parece, voltearse. Nicolas Sarkozy, el chico maravilla de la derecha francesa hace un lustro, se encuentra hoy al otro lado de la línea de fuego. La coraza del eje franco-alemán es cada vez más endeble. Agotado en su trinchera, Sarkozy aguanta cada nueva sacudida de la crisis esparciendo responsabilidades aquí y allá. La victoria en la primera vuelta del socialista Hollande deja al representante de la UMP en la tesitura de aceptar la derrota o plantar batalla en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales galas abrazando al ingente electorado que ha dado su apoyo a la ultraderechista Marine Lepen. Tras ver esta película –y ese es su gran valor-, uno no tiene la menor duda de cual será la elección del camaleón Sarkozy, el animal político por excelencia de la última época. La superviviencia en el poder, el único anhelo que existe en su cabeza, le va en ello.

Uno de los principales atractivos de todo largometraje centrado en un personaje público y conocido estriba en la composición que de él hace el actor de turno. A veces, como en La Dama de Hierro, a eso se reduce todo. No hay más que un excelente trabajo interpretativo y la película queda coja. Afortunadamente, De Nicolás a Sarkozy presenta eso –porque Denis Podalydès está excelente- y algo más. La cinta ofrece un fresco desolador de la clase política francesa claramente extrapolable a la de todo el mundo. En este sentido, la obra de Xavier Durringer resulta tan interesante como la reciente recreación de la llegada de George W. Bush al poder que Oliver Stone realizó en W. Son apreciables aportes que deberían hacer reflexionar al ciudadano, instarle a preocuparse por quien le puede gobernar y evitar así que otro de estos largometrajes le haga caerse del caballo y descubrirse, demasiado tarde, engañado.
Bastante plano en la dirección pero bien estructurado gracias a un guion eficiente, el film basa su éxito en el impacto silencioso del vacío moral. El metraje es, a propósito, un erial de contenido político en el sentido griego de la palabra. El ascenso al poder de Sarkozy responde a razones de propaganda, a intrigas y traiciones en el seno de la derecha; nunca a una concepción del futuro del país presentada a los cuidadanos, acribillados por el contrario con teledirigidos mensajes populistas sin el menor calado. El Elíseo espera al ganador de una partida arbitrada por Jacques Chirac (Bernard Le Coq) entre Dominic de Villepin (Samuel Labarthe) y el propio Sarkozy. Sea o no cierto lo que se cuenta –personalmente me inclino a pensar que
hay muy poca ficción-, el mensaje llega cristalino a los ojos del
espectador, testigo de un proceso en el que se insinúa, entre otras
perlas, el control total de la prensa, y en el que sólo se echa en falta una mayor presencia de los agentes económicos tras la sombra proyectada por ambos contendientes.
Es mucho más irregular el sesgo sentimental que la cinta también explora, con demasiada insistencia en mi opinión. Cuesta un mundo aceptar que Cecile Attias fuera el pilar emocional que equilibraba al hombre y al político, que un compungido Sarkozy ande más pendiente del paradero de su ya casi ex esposa que de su inminente victoria frente a Ségolène Royal.

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