Película Bajo amenaza

Le voy a poner en situación. ¿Usted abriría la puerta de su casa a unos supuestos policías por el hecho de sólo haber visto una chaqueta con algo parecido a un símbolo oficial en ella? Kyle Miller, que además es rico y tiene una mansión repleta de puertas, códigos y seguridad, sí puede. Y una vez dentro, y descubriendo -¡oh, vaya!- que esos policías eran en verdad ladrones, ¿se resistiría a su atraco? Nuestro amigo Kyle, sí puede, a pesar de poner en riesgo a su mujer y a su hija. Claro, que lo que no le he contado aún es que con una banda de atracadores como la que aquí se presenta (con cuatro componentes, para más inri) quizás hasta usted mismo vería oportuno ponerse de cháchara con ellos.

Quizás Karl Gajdusek tuviera un mal día cuando se puso a redactar el guión de Bajo amenaza, aunque Joel Schumacher demuestre que siempre puede haber alguien en peor coyuntura, tras decidir hacerse cargo de llevarlo a la gran pantalla; o incluso se puede ir más allá y observar cómo la necesidad es capaz de llegar a su grado mayúsculo cuando dos actores del caché de Nicolas Cage y Nicole Kidman quieren ver su nombre grabado para siempre en una cosa así. En efecto, esta producción hace coladeros por todos lados, si bien el mencionado libreto se lleva la palma. Y es que no se puede pretender llegar a una meta sin haber construido previamente un camino; en ese caso sólo queda hacer trampa, coger atajos, atrochar espacio y liberar responsabilidades, y eso es algo que salta a la vista sin necesidad siquiera de prestar mucha atención, puesto que no existe maquillaje posible para la incompetencia.

Con una pega de base así -ya lo dijo Billy Wilder: «Lo más importante es tener un buen guión. Los cineastas no son alquimistas. No se pueden convertir los excrementos de gallina en chocolate»- el resto del trabajo puede intentar verse hasta como un fin en sí mismo (son obvias las múltiples capacidades de la creación visual en un medio como el cine), pero en esta ocasión hay premio y la coordinación de sensaciones llega hasta el final. El otrora interesante Schumacher (TigerlandÚltima llamada) saca a relucir sus peores virtudes y consigue hacer completamente irrelevante para el espectador la historia de un brutal atraco; no asoma la tensión en apenas ningún plano a lo largo de los escasos 90 minutos que dura la cinta, lo cual ya es meritorio en sí mismo; no apunta un signo de valentía o rasgo de personalildad que aportase credibilidad a la situación; más al contrario, sabemos desde los primeros momentos que todo va a acabar bien.

Con una reunión de elementos destructores así, sólo quedaría prestar atención a los actores, ya que no son cualesquiera. Nada. Alguien debió pulsarles el botón oculto de “modo piloto autómatico on” para que todo resultase más sencillo, más rápido si cabe. Si al menos estuvieran de buen ver, uno podría recrearse en ellos, pero definitivamente los injertos y el botox no son buenos. Ni siquiera para actuar. Guárdense los euros y cómanse una hamburguesa si es necesario, de verdad.