Valoración de VaDeCine.es: 7
Título original: The girl with the dragon tattoo
Nacionalidad: EE.UU.
Año: 2011 Duración: 158 min.
Dirección: David Fincher
Guión: Steven Zaillian
Fotografía: Jeff Cronenweth
Música: Trent Reznor y Atticus Ross
Intérpretes: Daniel Craig (Mikael Blomkvist), Rooney Mara (Lisbeth Salander), Stellan Skarsgard (Martin Vanger), Robin Wright (Erika Berger), Christopher Plummer (Henrik Vanger)
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Ficha técnica en Sensacine
Tras la publicación de tres libros que han sido éxito de ventas a nivel mundial y sus correspondientes adaptaciones al cine desde la cinematografía sueca, la saga Millennium se ha convertido en el nuevo hype cultural del siglo XXI. Ahora le toca el turno a la gran industria americana, que ha querido realizar su particular adaptación y que hay que saber valorar con la suficiente independencia, ya fuere por sus diferentes objetivos comerciales e idiosincrasia cultural como, sobre todo, porque el encargado de llevar a cabo esta nueva versión de la primera parte, Los hombres que no amaban a las mujeres, no es otro que el genial realizador David Fincher; lo cual, sin duda, merece una dedicada atención específica.
Seguramente su propósito, aparte del meramente alimenticio, haya sido hacer llegar a un mayor público (si cabe) esta historia detectivesca sobre turbios pasados y corrupto presente albergada en la gélida y aparentemente tranquila Suecia -una temática sucia que, por otro lado, conecta bastante bien con las particulares radiografías de la sociedad moderna que este director lleva ejecutando brillantemente a lo largo de toda su carrera-. Más aún, el hecho de interesar a un gran cúmulo de gente que de otra manera no hubiera prestado atención a este best-seller, dice mucho acerca de la capacidad de atracción que un gran nombre puede generar (pese a quien le pese); además de hablar sobre el espíritu acaparador de la cinematografía americana (contemporáneamente exenta de ideas novedosas, obligada a robarlas) y de la capacidad contagiosa de un gran éxito de ventas, que inevitablemente ha de verse transformado en película(s). Así funciona el mercado cultural del siglo XXI: (re)venta de la misma historia en distintos soportes, convenientemente adaptada para diferentes públicos. ¿Efectos de la globalización, quizás, o simple ansia mercantil ante la crisis no sólo económica sino por supuesto artística que invade a nuestra sociedad de la sobreinformación?

Sea como fuere, el hecho de que se planteen todas estas cuestiones (imprescindibles para comprender su génesis) a raíz de la nueva película de Fincher no es asunto baladí. Partiendo de un material base en apariencia tan localista -en cuanto a su contexto sociohistórico-, él ha sabido ganar la partida a su internacionalización, puesto que la estética que late bajo las imágenes es bien reconocible y aplicable a su sello, y es que si por algo se distingue el realizador americano es por saber radiografiar con inmaculado tino las pulsiones de la sociedad moderna, sin miedo a extirpar su complejo comportamiento desde los ángulos más comprometedores, esquivando el tapujo, enfrentándose a la realidad (desde una estilizada, a la par que virtuosa, ficción). Y lo cierto es que hay mucho de análisis social a la vez que de retrato humano en Millennium, cuyo guión adaptado, obra de Steven Zaillian, parece saber condensar lo esencial de la obra escrita en un minutaje más extenso de lo habitual pero bien compensado. En él se presta especial atención a las desafortunadas historias de los dos personajes principales, el periodista Mikael Blomkvist (Daniel Craig) y la desheredada y turbadora Lisbeth Salander (en una composición exquisita de Rooney Mara, quien otorga el difícil punto medio entre la fina debilidad y la arrolladora dureza e impetuosidad que hacen tan especial a su personaje), almas perdedoras hasta que ambas confluyen de manera irremediable, condenadas a entenderse, cada una a su manera; una suerte de relación que confundirá protección filial con relación sentimental, trabajo con sexo, deseo y ayuda.
Inundada en una atmósfera de turbiedad y con el gancho del misterio por resolver a su favor, Fincher tiene vía libre para desplegar todo su potencial creativo, aplicando su habitual estética de la incomodidad que casa adecuadamente con el perfil de la historia que relata, para lo cual elige transitar el camino de la contención expositiva y sin necesidad de esquivar, por ello, las partes más comprometedoras; filma, de esta manera, las secuencias más emocionantes en un continuo crescendo pero sin llegar a explotar su sentido más explícito. Le interesa, en mayor medida, la labor de investigación fílmica, y por ello no duda en recrearse en detalles del pasado que son importantes en el presente; foto fija y diálogo, conversación y posterior acción, he ahí su alma narrativa, que sin lugar a dudas no tendría el mismo impacto sin la corrosiva ambientación sonora que acompaña al film, y que refuerza la significación del misterio y podredumbre que lo envuelve. En efecto, Trent Reznor y Aticuss Ross lo han vuelto a hacer, y resumen todo su potencial en la impresionante secuencia de créditos de apertura.

Millenium I (versión Fincher) dista mucho de la excelencia alcanzada en las extraordinarias aproximaciones al retrato criminal que con anterioridad había practicado el director (véase Seven o la más reciente Zodiac, por ejemplo), pero sabe aprovechar con seguridad y hacer pasar por suyo un material ajeno para así componer una cinta intensa, intrigante, exhaustiva, atenta al detalle y predispuesta a la reflexión sobre su propia condición. Podrían rodarse más versiones de la trilogía, pero queda la impresión de que, al menos por parte de Fincher, todo cuanto su discurso fílmico puede aportar queda bien dispuesto y cerrado en ésta.
Aun guardo en mi memoria las imágenes de la versión sueca del betseller Millennium, una historia poderosa que cautiva, y que aun sabiendo de antemano lo que va a ocurrir, te mantiene atento a la pantalla. En este remake, o versión americana del libro nos encontramos muchos puntos comunes con su versión sueca, quizás por qué las dos son adaptaciones muy fieles al libro en que se basa. En esta como en la versión sueca la actriz que encarna a Lisbeth Salander, le roba todo el protagonismo al actor principal, su presencia es imponente y nos causa bastante respeto, aunque en la que no os ocupa ahora muestra un poco de debilidad.
El resto del reparto bastante correcto, aunque Daniel Craig se convierte en un secundario en el momento en que entra en escena Rooney Mara, seguramente por qué en el libro en que se basa sea así. Nada que objetar a la actuación de veteranos como Christopher Plummer, Stellan Skarsgard, o Steven Berkoff.
El conjunto del largometraje está bastante logrado y lo demuestra el hecho de que a pesar de sus ciento sesenta minutos de duración, en ningún momento se hace largo ni pesado. Recomiendo no perderse los créditos iniciales, pues son un espectáculo en sí mismos.