Película El niño de la bicicleta

EL ABRAZO NEGADO Y EL RECHAZADO

De vuelta a Seraign, ciudad belga donde los hermanos Dardenne pasaron buena parte de su infancia y rodaron sus primeros documentales, emplazamiento de la práctica totalidad de sus largometrajes. De vuelta, decíamos, a su habitual escenario, temática y personajes. Y todo parece igual pero distinto. Pues aunque Cyril, el niño de la bicicleta, es también los otros muchos protagonistas de la filmografía de los Dardenne -adolescentes problemáticos, desubicados y llenos de rabia-, el enfoque resulta radicalmente más luminoso. Así, donde Rosetta recibía un portazo en las narices, Cyril encontrará un abrazo. De cómo y por qué el muchacho rechaza ese abrazo versará el film. Porque el pequeño, abandonado recientemente en un orfanato, se aferrará a la falsa promesa de recogida de su padre, quien, sin embargo, no cuenta en su nueva vida con el cuidado de un hijo.

Tras el rechazo, y por su incapacidad para asumir el abandono, la bicicleta será para el niño medio de búsqueda constante, huída de la realidad, único nexo con su antigua vida. Obsesionado por reencontrarse con su padre, el chico no contempla la posibilidad de otro sol; si éste no le da su amor, es que su sitio en la comunidad no existe. La reacción violenta y asocial será la salida. Porque el animal apaleado muerde la mano de quien intenta ayudarle, ya sean los tutores del centro de acogida o una peluquera dispuesta a reconducirle. Cécile de France dará luz a esta luminosidad, faro para un niño interpretado magistralmente por el descubrimiento Thomas Doret: un prodigio gestual, la viva imagen del empecinamiento y el movimiento por la férrea voluntad.

Acorde al desplazamiento real y alegórico del personaje, los realizadores belgas, para el seguimiento del muchacho y su bicicleta, dotarán de dinamismo el encuadre en un ejercicio estilístico que esconde mucha más complejidad de la aparente. Así, desde una sencillez simulada, de difícil consecución, la existencia de un Cyril desviado y reencontrado se llena de estilo, para, más allá del inamovible realismo, hacernos espectadores de la resurrección tras la caída, del milagro obrado por la llamada de una nueva madre.

De este modo, en la relación de la mujer y el niño centrarán los Dardenne el mensaje de optimismo de este -según palabras de los propios autores- “cuento de hadas de nuestro tiempo” en el que, fiel a la tradición del fairy tale, no faltará el bosque como símbolo de la perdición, la tentación y el desencamino. Un bosque a medio camino entre la casa del padre, felicidad dolorosamente negada, y la de la peluquera, único brasero al que arrimarse. Para cubrir el trayecto entre una y otra, Cyril deberá abandonar su fútil sueño de reencuentro, salir de su caparazón y aprovechar su única oportunidad para asir la vida. Será el momento pues de cambiar de plato, levantarse del sillín y apretar el pedaleo. Llegó la hora de seguir adelante.