Película Capitán América (1990)

Desde su creación y concepción propagandística, el Capitán América ha sufrido todo tipo de adecuaciones y reinvenciones tanto en formato impreso como cinematográfico y televisivo. La naturaleza marcadamente política del personaje ha propiciado su deambular argumental, enfrentándole a diversos enemigos y épocas en busca de suavizar o acentuar su carácter patriótico, según han requerido las circunstancias del momento. De todas las versiones materializadas sobre el polémico superhéroe, la perpetrada en 1990 por el productor Mehanem Golam, responsable de manufacturados comerciales de todo tipo de pelaje, es probablemente la más decepcionante, seriales chuscos y telefilmes de medio pelo incluidos.

Tras estrellarse con Superman IV, Golam se hizo con los derechos del Capitán América, quizás olisqueando una segunda oportunidad en el cine de superhéroes -subgénero efectivamente a punto de explotar-. El momento coincidía, no casualmente, con el inminente 50 aniversario del personaje, razón publicitaria por la que el astuto cineasta decidió apostar por este proyecto. Por aquel entonces, Tim Burton presentaba su versión deBatman al Mundo, confirmando una nueva tendencia muy segura en taquilla. Sin embargo, mientras el envite a favor del protector de Gotham contó con un presupuesto a la altura, el montante para el mítico héroe Marvel no pudo ser más miserable, sobre todo teniendo en cuenta las necesidades de espectacularidad de una propuesta como ésta. Como resultado al racaneo o la falta de financiación, nos encontramos ante un despropósito artístico merecedor del patinazo retributivo que sufrió: esto es, testimonial distribución en salas internacionales y menesteroso recorrido en video doméstico, sólo alargado por su condición de pieza basura de cierto culto extravagante.

En busca de ajustar lo imposible durante su realización, la contratación de profesionales baratos se vio conjugada con su patética puesta en escena y un guión deshilachado que huye lo máximo posible de una acción y efectos especiales para los que no había medios ni talento. Puede que una imaginativa y atractiva exposición hubiera salvado los muebles, logrando quizás que nos apiadásemos del bajo coste, pero no; por desgracia, si bien es cierto que el proyecto parte de conceptos fieles e interesantes al cómic original, como son la génesis del súper-soldado, su ubicación en la Segunda Guerra Mundial y el posterior traslado a la era moderna, su argumento no tarda demasiado en desaprovechar las posibilidades con un caos narrativo en el que el sopor más exasperante nos termina por derrumbar.

Al desaguisado total, cómo no, contribuye un protagonista sin carisma ni expresión (extremadamente horroroso Matt Salinger, pese a lucir un vestuario simpático), los terribles diálogos y una chapucera dirección en manos de un Albert Pyun a todas luces hundido y superado. En definitiva, nos hallamos ante un desastre al que le queda muy grande la calificación de película. Los seguidores del superhéroe americano tendrían que esperar otros 21 años para ver sus aventuras dignamente adaptadas a la gran pantalla. Sería conCapitán América: el primer vengador (Joe Johnston, 2011), correcta producción que marca un nuevo punto de partida esperanzador para el personaje.