Valoración de VaDeCine.es: 4
Título original: Cedar Rapids
Nacionalidad: Estados Unidos
Año: 2011 Duración: 86 min.
Dirección: Miguel Arteta
Guión: Phil Johnston
Fotografía: Chuy Chávez
Música: Christophe Beck
Intérpretes: Ed Helms (Tim), John C. Reilly (Dean), Anne Heche (Joan), Isiah Whitlock Jr. (Ronald), Kurtwood Smith (Orin), Sigourney Weaver (Macy)
Trailer
He aquí un actor con todas las papeletas para encasillarse: Ed Helms, el cual vuelve a interpretar a un panoli desmadrado bajo el influjo de pecadores y narcóticos, tal y como hiciera originalmente en Resacón en Las Vegas. Su reaparición en este papel no puede ser más premeditada. Phil Johnston, guionista de la cinta que nos ocupa, ya escribió esta comedia tontorrona con la mente puesta en quien fuera el pánfilo dentista de la bufonada revelación en 2009; aquel inocentón calzonazos que regresaría en su secuela, Resacón 2: ahora en Tailandia, y que hoy retorna en esencia con el personaje de Tim Lippe en esta Resacón..., perdón, Convención en Cedar Rapids. Y es que si en aquellas juergas el lelo de turno despertaba a la vida real rodeado de vicios, en ésta la historia se repite durante un congreso de agentes de seguros, gremio con el que la cinta de Miguel Arteta entabla una extraña relación de amor/odio que no acaba de funcionar a ningún nivel.

Jamás desternillante y en todo momento inverosímil, esta intrascendente y precipitada película sólo toma aire de la mano de John C. Reilly y su atractivo rol: el de golfo ajeno a la corrección política, pero único ser auténtico de cuantos se reúnen en esta convención. Para nada Helms anda desentonado, ya que se mueve con garbo en el papel que el cine parece haberle reservado, sin embargo este personaje es tan increíblemente memo que cuesta horrores soportarlo, y lo digo tras arrancarme un buen puñado de pelos de la cabeza. Del resto del reparto y secundarios apenas merece la pena discutir: evidentemente todos son pura comitiva, sin peso ni gracia alguna. Si al escaso gancho de las caricaturas sumamos un soso desarrollo de contradictoria moralina, nos queda una medianía indefinida que termina aburriendo en su tosco juego de "me atrevo o no me atrevo" contra la doble moral norteamericana. En definitiva, muy poca cosa para merecer nuestra atención.
muy de acuerdo