Película Confucio

Por ir concretando en el análisis, y tirando del chiste fácil, les aseguro que el primer concepto que se me viene a la cabeza es el de confusión. Y es que este tremendo barrullo de personajes, intrigas, viajes, guerras y lecciones filosóficas resulta otro fallido biopic empeñado en abarcar y subrayar más de lo conveniente a una velocidad insostenible. A partir de lo dicho, sólo cabe esperar que el tedio y el desinterés se instalen entre un público aturdido ante el chaparrón de información inasumible, fundidos en negro -evidenciando una difícil continuidad entre secuencias- y la ingente cantidad de subtítulos diseñados para presentar a todos y cado uno de los personajes y parajes que interactúan con el protagonista en su ascensión y destierro. Por si fuera poco, a este acartonado caos narrativo se le suma un delirante acercamiento al wuxia y al cine bélico que no hace sino aportar aún más aparatosidad a una cinta bien sobrada de ella. Como era de esperar, ni su ambientación ni las multitudinarias batallas andan escasas de medios ni de cierta vistosidad, que para eso estamos ante una gran superproducción; sin embargo, insistiendo en el desapego hacia la historia, me atrevo a decir que apenas nos importa un comino qué soldados chinos de aquí o de allá se matan entre sí, ya no digamos si los percibimos digitales.

Lindando con la más vulgar hagiografía, la nula complejidad del retrato de Confucio tampoco ayuda en el diseño del protagonista, que a fin de cuentas debería ser la gran atracción del conjunto. A falta de un sólido guión y de argumento real, y sin mejor apoyo épico que el zoom y una repetitiva música elevada cada vez que el maestro abre la boca, Chow Yun-Fat hace lo que puede con su personaje: poner gesto bondadoso mientras predica en un mar de patanes incapaces de apreciar su sabiduría. Tanta pólvora para morir en aguas de estos manidos recursos en la intimidad del personaje. Para este viaje no hacían falta alforjas. Muy pobre panorama para un trabajo que viene a demostrar por qué la carrera de Hu Mei, directora perteneciente a la generación de Zhang Yimou, sigue sin despegar. Desperdiciar un gran presupuesto en esta tosca y unidimensional veneración del biografiado dudo que le impulse. En definitiva, flojo cine y escaso aporte cultural. Es triste, pero salimos de la sala igual que entramos en ella: con la difusa idea de que Confucio fue un hombre muy sabio que vivió incomprendido en la convulsa China de los tiempos de la MariCastaña. Con eso y con un aburrimiento considerable.