Película El Sicario de Dios

Con una atractiva y sangrienta introducción animada, Scott Stewart (Legión) muestra el tablero de juego de El Sicario de Dios. Los vampiros –aquí simples humanoides más cercanos a Lovecraft que a Stoker- y los humanos libran una eterna batalla. Gracias a Dios, o a la Iglesia y su ejército de sacerdotes adiestrados para el combate, se viven tiempos de prevalencia del hombre, que paga su diezmo otorgando plenos poderes a la curia. El enemigo es poco más que una leyenda y aquellos sicarios se entremezclan ahora con la población en las megápolis diocesianas, protectorados donde el ser humano se acina entre confesión y confesión.

A pesar de su sugerente planteamiento, al espectador habría que comentarle antes de que se decida por ver El Sicario de Dios que esta película es poco más que un capítulo introductorio, con un final muy pero que muy liviano, de lo que deberá ser una serie de películas –si es que ésta deja huella comercial- basadas en el cómic creado por el coreano Min-Woo Hyung. En la promoción se escamotea burdamente esa información y quien pague su entrada se podría sentir estafado ante un argumento que, una vez situadas las piezas y el escenario, tiene empaque de episodio televisivo de una hora de duración.

Debe vivir por tanto esta cinta de dejar una huella en el espectador a la espera de nuevas entregas más espectaculares. En esto, y en bastantes recursos estéticos y opciones argumentales recuerda a Matrix, si bien resulta sintomático de su debilidad que pasada una década entre ambas películas, el film de los hermanos Wachowski, además de contener un final cerrado, sea infinitamente más magnético que este aplanado intento de western vampírico que arranca bajo el palio de Blade Runner, luego opta por parecerse a El libro de Eli, y acaba siendo una versión aséptica, demasiado pulcra, de Mad Max II. Culpa, en mi opinión, de tanto CGI, que mata poco a poco la verosimilitud de la acción de muchos productos de este tipo. Lo de la absurdez del 3D no merece ni comentarlo.

Paul Bettany, que repite con Stewart al frente del reparto tras Legión, poco o nada mantiene ya de ese gran actor que daba réplica a Russell Crowe en la extraordinaria Master and Commander y añade más lastre a la cinta con una interpretación desprovista de matiz alguno. El villano es irrisorio y el resto del elenco interpretativo no le mejora, de hecho es de tercera categoría, pero como quiera que Bettany está omnipresente en la pantalla, es sin duda el que más chirría en esta mediocridad que seguramente merezca, a pesar de todo, una segunda oportunidad.