Película Fast Five (A Todo Gas 5)

A Todo Gas 5 es una cinta de su tiempo. Opta por el ahorro filmando en el extranjero, previo acuerdo de publicidad de la ciudad -Río de Janeiro y su Cristo del Corcovado en este caso-, y no se puede disfrutar del producto sin dejar tu cerebro en modo “encefalograma plano”. Es muy simple, son demasiadas las estupideces que su colección de clichés –perdón, personajes- hacen desde el primer minuto al último del largometraje. Y al menos en mi caso, mi conciencia, exhausta, opta por la capitulación. Siento no ponderar lo suficiente su encumbrada acción, epilépticamente montada, realmente vertiginosa, pero tan trepidante como gratuita e imposible de creer.

El argumento, a poco que se escarbe –créanme-, es un sindiós. La cinta parece considerarse durante buena parte del metraje la versión ‘tuning’ de Ocean’s Eleven. Asistimos a una escrupulosa planificación de un robo multimillonario para que, al final, venganza y explosión “testosterónica” mediante, el grupo decida que la cosa va a funcionar igual entrando cual elefante en cacharrería, pero con coches claro. En la huida, como una mala copia de El Ultimatum de Bourne (film al que Justin Lin, director de la cinta, ya ha tratado de asemejarse con torpeza en una persecución a pie por las favelas), Vin Diesel deja a lo largo de la bulliciosa ciudad carioca infinidad de coches para el desguace; deduzco que víctimas también, pero como todos van de tíos duros con buen fondo, mejor no enseñarlo. Eso sí, de repente, cual fenómeno Matrix, las carreteras aparecen desiertas para ejecutar el último ejercicio de funambulismo motorizado que remate la velada y, de propina, dar tiempo a un happy ending para los dos mostrencos que han tirado del carro, Vin Diesel y Dwayne Johnson alias La Roca.

Su extenso elenco protagonista es otra de sus indisimulables rémoras. A Todo Gas 5 está horrendamente interpretada por una serie de actores que convertirían a nuestro querido Nicolas Cage en el mismísimo Cary Grant. La mayoría se limita a pasear palmito, ponerse al volante y/o decir tontunas. Son tantos y con tan poco recorrido dramático que sólo los realmente malos tienen tiempo de demostrarlo en sus escasas líneas de diálogo, la Pataki entre ellos. Si tuviera que elegir un momento para la posteridad, sería esa secuencia “seria” entre Vin Diesel y Elsa Pataki en la que ambos abren sus corazones mientras compiten por ver quién tiene menos cualidades para la interpretación, tan colosales ambos en su ineptitud que la escena quedará entre lo mejor de este 2011 en lo que a comedia se refiere.