Película Cementerio viviente

En 1983 Stephen King, basándose en el fabuloso cuento de W.W. Jacobs “La pata de mono”, daría a luz uno de sus libros más aclamados: “Cementerio de animales”. La novela acabaría convirtiéndose en un best seller y, como consecuencia, su adaptación a la gran pantalla pronto sería un hecho. Así, en 1989 la poco experimentada cineasta Mary Lambert fue la encargada de dirigir la cinta homónima, plasmando su mejor y más exitoso trabajo (aunque esto no es mucho decir observando su mediocre filmografía).

Seguramente el mayor acierto de la película radica en un interesante y escalofriante argumento que, al igual que el relato de Jacobs y la novela en la que se basa, juega con el hecho de poder resucitar a tus seres queridos y las consecuencias que estás dispuesto a aceptar para recuperarlos. Lástima que la gris adaptación del guión a cargo del propio King (exigiría no modificarlo ni un ápice durante el rodaje) sea fallida en muchos aspectos. Y es que el popular escritor peca de querer ser demasiado fiel a su relato, de tal manera que termina abarcando demasiado, pretendiendo decir mucho en poco tiempo y no siendo capaz de disociar las diferentes estructuras del cine y la literatura. Por lo tanto, tenemos a unos personajes carentes de profundidad e incluso algunos que son totalmente prescindibles como la hermana tullida de Rachel o la criada suicida, y circunstancias tan poco justificadas como la tumultuosa relación de Louis con sus suegros o el enigmático vínculo de la pequeña Ellie con los espíritus.

A pesar de los errores del libreto y de algunas carencias en la dirección, la película se deja ver placenteramente, pues, además de tomarse en serio a sí misma, mantiene un ritmo muy adecuado. Y aparte de tener muy clara su única pretensión de entretener, contiene momentos absolutamente terroríficos capaces de satisfacer a cualquier aficionado al género (impagable la aparición del niño-zombie). Todo ello sin abusar de los sustos gratuitos, ni de efectos artificiosos; siendo consciente, Lambert, de la potente historia que tenía entre manos. Si a esto le añadimos la mítica canción “Pet Sematary” compuesta por los Ramones para los créditos finales del film, tenemos razones más que suficientes para optar por su visionado.