Película Torrente, el brazo tonto de la ley

De las profundidades de la España cañí surge el mugriento José Luis Torrente, grotesca caricatura del trasnochado postfranquismo e hijo de un cutrerío patrio sencillamente deprimente; un personaje anclado en aquellos tiempos en los que un niño sólo se hacía hombre en brazos de una puta y los chinos parecían incapaces de comernos por los pies. Pero no quedaría el despreciable personaje en una corrosiva crítica de buena parte de nuestra sociedad, sino que además éste se erige como brillante parodia de un género, el policiaco, del que Santiago Segura demuestra conocer los códigos a remedar, amén de apuntar sus buenas maneras como director con la inestimable ayuda de un buen puñado de amiguetes delante y detrás de las cámaras.

Tras un sensacional prólogo entre chupitos, el absorbente arranque a ritmo de El Fary ya concreta el infame carácter de nuestro protagonista. Vicioso, maleducado, racista, sucio, machista, incoherente, egoísta…, Torrente lo tiene todo para ser un tipo inaceptable. Sin embargo, y para turbación de nuestra conciencia, la interpretación y el tronchante guión de Segura consiguen lo improbable: que este rufián conquiste nuestra simpatía mientras contemplamos entre horror y carcajadas cómo se aprovecha de idiotas varios, e incluso de su propio padre, en beneficio personal. Y es que, ante todo, esta divertida comedia destila irrechazable familiaridad para cualquier español, además de gozar de impecable ritmo y un variado catálogo de lúcidos gags de toda naturaleza que ya forman parte de nuestra cultura popular.

Si bien nos encontramos ante el imperfecto trabajo de un novato en dirección, queda claro que la obra perpetrada por Segura no renuncia a la calidad técnica ni a los parentescos con el mejor cine, así como tampoco resulta el fruto de una rápida improvisación, por mucho que pretenda aparentar ser una liviana grosería mayúscula. De tal modo, si rascamos entre la mugre de aquel deformado Madrid de barrio, en su trabajo encontramos un ingenioso manejo del medio y una vena tragicómica que definitivamente nos inspira cierta ternura por este penoso pícaro encantado de conocerse.

Si a la colección de aciertos en cadena sumamos la inspiración de Tony Leblanc, Javier Cámara y la de la peculiar Dulcinea de la función, Neus Asensi, nos queda una comedia sencilla pero eficaz que sólo flojea en varios cameos e interpretaciones no profesionales, pero sobre todo en aquel epílogo en el que Segura no se atreve a matar a su criatura. Porque efectivamente en aquella ambulancia, y tras traicionar su mezquina filosofía para convertirle en héroe por sorpresa, Segura decide salvarle la vida quizás vislumbrando que éste se convertiría en su seguro vitalicio. No obstante, algo sí falleció camino de Torremolinos, o al menos quedó en coma: la promesa de notable cineasta que éste suponía. Y es que como director, lejos del mítico y lucrativo personaje no hemos tenido noticias de Santiago Segura hasta la fecha. Una pena. No redondeó esta película ni ha sido aún valiente para huir del icono. Puede que algún día se anime. Mientras tanto, y sin querer asumir que al omnipresente Torrente es más fácil saltarlo que rodearlo, seguirá amasando amigos y fortuna por igual, lo cual es muy digno, si bien cuesta creer que ésas sean sus únicas aspiraciones en el séptimo arte en base a tan esmerado debut.