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El realizador francés de origen georgiano Géla Babluani debutó, tanto en el guión como en la dirección, con este más que interesante film de suspense y terror psicológico de bajísimo presupuesto. Estrenada el mismo año que Hostel (2005, Eli Roth), con la que comparte temática similar, tuvo mucho menos alcance que ésta pasando prácticamente desapercibida, a pesar de su muy superior calidad. Prueba de ello, la película tuvo un gran éxito de crítica siendo reconocida en prestigiosos festivales como Sundance y Venecia, donde recibió el Gran Premio Internacional del Jurado y el de Director Revelación respectivamente. Convertida en película de culto, conforma un prometedor y sugestivo arranque para un joven realizador con mucho futuro por delante.

Me parece conveniente no desvelar el argumento en una sinopsis y sugeriría no visualizar el trailer, pues gran parte del atractivo de la cinta consiste en ir descubriendo la trama al mismo tiempo que el protagonista. Así, el realizador novel nos sumerge en una oscura y pérfida experiencia dentro de los actos más depravados del ser humano, donde la indiferencia hacia la vida o la muerte se hace palpable en un infame juego.

Rodada en un inquietante blanco y negro, y dotada de una sobriedad y aplomo poco habituales en una ópera prima, estamos ante una obra que en todo momento desprende un cierto aroma a cine clásico. Utiliza los elementos de suspense más elementales para engranarlos con una precisión de relojero, sin hacer gala de ningún tipo de artificio innecesario. Y es que tiene a Hitchcock como clara fuente de inspiración, especialmente en la primera parte de la cinta que recuerda, en su estructura, a películas como Con la Muerte en los Talones (1959). Tanto en la obra maestra del genio del suspense como en el film de Babluani estás obligado a compartir la insoportable incertidumbre del devenir del confuso protagonista. Cabe destacar la actuación de George Babluani –hermano del director y también debutante- que consigue hacer creíble las decisiones de un personaje principal, quizás carente de matices suficientes, pero que se muestra cercano al espectador.

Ya en la segunda parte de la película la tensión moderada reflejada hasta este momento se convierte en un largo y mantenido clímax que finaliza con una resolución tan inesperada como lógica. El “juego” que ejerce como protagonista en esta parte de la cinta, recuerda, en demasía, a la trama de otra ópera prima de renombre como es Intacto (2001, Juan Carlos Fresnadillo), lo que hace restar algo de originalidad al planteamiento de la obra.

En el aspecto técnico, no podemos olvidarnos de destacar su formidable fotografía en blanco y negro y su adecuada banda sonora premiada en el festival de Sitges. Todo ello sirve de perfecto aderezo para dar categoría al conjunto de la cinta y complementar perfectamente a su agobiante atmósfera.

En conclusión, estamos ante un film, que aunque no es tan original como pretende, está rodado con la modestia de un principiante y la maestría de un veterano, de la mano de un director que promete dar más de una alegría al séptimo arte cada vez más necesitado de nuevos talentos.