
Valoración de VaDeCine.es: 5
Título original: Speed Racer Nacionalidad: USA Año: 2008 Duración: 2h 15min Dirección: Andy y Larry Wachowski Guión: Andy y Larry Wachowski Fotografía: David Tattersal Música: Michael Giacchino Intérpretes: Emile Hirsch (Speed); Christina Ricci (Trixie); Matthew Fox (Racer X) Página web Trailer
Mi odio visceral hacia los Wachowski comienza con mi amor por esa joyita de la ciencia ficción que es Dark City. Ellos la atracaron, le pusieron un montón de pasta, unas gafas de sol chulas y firmaron una película capital en la historia del cine, Matrix. No contentos con eso, cuando uno ya reconoce su valor técnico y estético y se inclina ante Neo y Trinity, van y lanzan desde las alturas su notable primera parte y la destrozan en mil pedazos rodando dos inaceptables secuelas más. Por último, llegan con V de Vendetta (si aceptamos que Pesadilla antes de Navidad es de Burton, esto es lo mismo, no me digan que no) y hasta Alan Moore pone el grito en el cielo ante tamaño desprestigio de su anarkista más querido. Así que iba uno con el cuchillo afilado dispuesto a degustar las vísceras de los hermanísimos, y resulta que me he vuelto a casa dudándolo, y con unas ganas tremendas de volver a demostrar como antaño que soy el mejor jugador de F-Zero de Super-Nintendo del mundo, o por lo menos de mi barrio. ¡Qué cosas tiene el cine! O no exactamente el cine, porque si a ciertas películas ya se les ha calificado de tener “estética del videojuego”, aquí algunas veces uno llega a pensar que el sustantivo es el videojuego y el adjetivo el cine. A pesar de ser una adaptación de una serie japonesa, he de reconocer algo indudable, estos tipos dirigen la película con una mirada original, traducida en una puesta en escena altamente atrayente. Como ya es costumbre en ellos, las imágenes resultan un conglomerado de multitud de influencias, el ya mencionado F-Zero (para mí la más clara), Sky Capitan and the World of Tomorrow, Dick Tracy, Los Increíbles, el Willy Wonka de Tim Burton, Los Autos Locos, Mad Max… hasta el viaje estelar de 2001: Una Odisea del Espacio puede uno atisbar entre tanto colorido pop. Me encanta ese aire retro como de serie de los 70, Susan Sarandon, con su batín de andar por casa y rodeada de tanto mueble de diseño y colores extravagantes, parece Carmen Maura en Volver. Todavía me gustan más esas caras llenando toda la pantalla que sirven de puente entre toma y toma que si no fuera por el predominio del rosa parecerían sacadas de un director expresionista alemán. O cada una de las pequeñas alegrías que uno se lleva cuando, vestida como para ver a L-Kan o La Casa Azul, aparece una guapísima Cristina Ricci que, con o sin carne y con o sin papel a su altura, sigue enamorando a la cámara como pocas actrices en el mundo. Pero sin duda, el mayor activo de la película son los momentos de las carreras, trepidantes, muy bien envueltas con comentaristas y público entregados, y como en todo buen videojuego “de coches” desde el Out Run, con muy diversos escenarios para desarrollarlas. El más logrado de todos ellos, el impresionante comienzo del rally al amanecer, con todos los coches cruzándose entre las columnas de una mezquita interminable.

Lo que ocurre es que todo este esplendido continente hay que llenarl de sustancia, de algo que haga que el espectador, entre carrera y carrera, no se aburra como una ostra y sienta deseos de abandonar la sala. Y en eso, estos chicos no es que no estén a la altura, es que rozan el ridículo. No se les ocurre nada mejor que hacerlo con un guión no ya deslavazado y falto de un argumento más o menos aceptable, sino además tan almidonado, tan “para toda la familia” que incluye, atentos, diálogos padre-hijo dignos de Padres Forzosos, peleas con ninjas, gangsters más patosos que Joe Pesci en Solo en Casa, escenas puritanas de novietes con coche en lo alto de la colina mirando la ciudad… hasta un niño regordete, sospechosamente parecido a Gordi de Los Gonnies, acompañado de un mono real que no paran de hacer gilipolleces durante toda la película. Una calamidad, vamos, porque vale que el mono esté en la serie que adaptas y que quieras que tu target comercial sea lo más amplio posible, pero un mínimo de sentido común no le viene mal a nadie. Así que tras la predecible victoria épica, con beso en los morros incluido, se acaba la película y te vas a casa pensando si realmente debes ejercer de Hanníbal Lecter con el par o perdonarles la vida como si de Clarice Starling se tratara y esperar a mejor ocasión para comerte sus hígados acompañados de habas y un buen Chianti. Yo apuesto por lo segundo y he preferido dedicar un rato a recorrer Mute City por enésima vez a bordo de mi querido Fire Stingray.
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prrrruu, reconozco la dificultad de escribir una crítica tras haber visto esto. Pero yo me decanto por lo de comerles el hígado. No me ha entretenido, ni emocionado ni convencido para nada. Ni su historia, ni su "original" y fallido formato.
Eso sí, lo he pasado bien los dos minutos que he dedicado a leerte, Cooper. Sobre todo el párrafo destructivo. Una delicia,jaja