
Valoración de VaDeCine.es: 4
Título original: Biutiful Nacionalidad: España, Méjico Año: 2010 Duración: 147 min. Dirección: Alejandro González Iñárritu Guión: Iñárritu, Armando Bo, Nicolás Giacobone Fotografía: Rodrigo Prieto Música: Gustavo Santaolalla Intérpretes: Javier Bardem (Uxbal), Maricel Álvarez (Marambra), Eduard Fernández (Tito), Guillermo Estrella (Mateo), Cheikh Ndiaye (Ekweme)
Trailer
La reescritura errónea de la palabra inglesa que da título a este film es prueba directa de la inversión, de la deformación de su significado en el contexto del mundo actual en el que vivimos. Ciertamente, y si prestamos la suficiente atención a la realidad más dura y difícil que nos rodea, poco hay de bonito en este lugar. La cuestión es si esa coyuntura ha de ser reflejada en pantalla cual agujero negro sin escapatoria o si, por el contrario, uno -el espectador, como ente participante de la propuesta- puede encontrar asidero alguno sobre el que aliviarse, para así, quizás, poder meditar una posible respuesta ante semejante fango. Lamentablemente, Biutiful se aferra a lo primero.
González Iñárritu, el conocido director mexicano, practicante habitual de una especie de cine social colectivo tocado por un halo de espiritualidad y magia más impostado que verdadero, vuelve a sus fueros habituales pero con la gran novedad de hacerlo sin apoyarse en los textos de su hasta ahora fiel guionista Guillermo Arriaga. Se olvida, así, de las historias corales para centrarse en la de un único individuo, Uxbal, interpretado por el cada vez más reputado Javier Bardem, si bien no ceja en su empeño de, a su vez, retratar con ello un ambiente, en este caso el de la Barcelona cosmopolita del siglo XXI, en lo que intenta ser otro reflejo más acerca de los males de la globalización que asola el planeta. 
De esta manera, la cámara no se separa del personaje interpretado por Bardem, foco principal de la narración, y el espectador está obligado a compartir con él su soledad, su terrible enfermedad, los trapicheos necesarios para su supervivencia y la de sus hijos, sus cabreos, sus broncas, y hasta su sorpresiva espiritualidad; todo su malvivir en definitiva. Y si no fuera por la extraordinaria caracterización del actor, en una composición descarnada y repleta de matices, nada de ello resultaría demasiado creíble; ni tan siquiera soportable, por el molesto afán del director en recrearse en la miseria de su personaje, sin aportar signos de un necesario escapismo más allá de algunos apuntes surrealistas que entorpecen más que cuajan la ya de por sí desvaída narración.
Además, todo el entorno que rodea al maltrecho personaje flaquea por su propia composición y puesta en escena: resulta éticamente discutible no ya mostrar de pasada, mediante el mero apunte y la nula profundidad, una serie de realidades en efecto terribles pero suficientemente constatadas de antemano, sino capturarlas en pantalla por medio de una fotografía que tiende más hacia la perfección y el embellecimiento de la imagen que a la suciedad formal con que debiera quedar emparentada, toda vez asimilada la particular sensibilidad de la historia.

En suma, uno de los pocos motivos que se me ocurren por los que usted pudiera ir al cine a ver esta película sería la posibilidad de contemplar el tremendo estado de gracia en el que se encuentra el que ha pasado a ser ya, por méritos propios, uno de nuestros mejores actores de siempre. Porque todo lo demás no es sino una prolongada letanía de la decadencia emperifollada con una falsa ínfula de trascendencia.
|
La mala reputacion de esta cinta parece concretrse