
Valoración de VaDeCine.es: 9
Título original: Lung Boonmee raluet chat Nacionalidad: Tailandia Año: 2010 Duración: 113 min. Dirección: Apichatpong Weerasethakul Guión: Apichatpong Weerasethakul Fotografía: Yukontorn Mingmongkon, Sayombhu Mukdeeprom Montaje: Lee Chatametikool Intérpretes: Sakda Kaewbuadee (Tong), Thanapat Saisaymar (Boonmee), Jenjira Pongpas (Jen)
Trailer
Cuando uno contempla y reflexiona sobre una película como ésta, no puede dejar de asombrarse acerca de su innato componente extraño. Supone una suerte de isla desamparada, en mitad del más inmenso océano, compuesta de un terreno abrupto y prácticamente desconocido, misterioso por definición, ante el cual nuestro adentramiento, la penetración del ser humano supuestamente conocedor del mundo que le rodea, queda en entredicho y deriva en un viaje fascinante a la par que arriesgado, por cuán dispuestos nos encontremos a abrir nuestra mente ante la incuestionable belleza que se presentará delante de nuestros ojos.

Apichatpong Weerasethakul es un director tailandés de reconocido prestigio internacional en el ámbito crítico, pero muy poco conocido en nuestro país, ya que sus películas apenas tienen distribución comercial y, con suerte, las podemos disfrutar en dvd. Gracias a su coproducción española y, sobre todo, a su victoria en la última edición de Cannes, ahora tenemos la suerte de poder ver en algunas pantallas -muchas menos de las deseadas, ciertamente- su última obra, Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas.
Ese raro nombre que titula el film forma parte de toda una historia cultural de Tailandia, la que está directamente relacionada con los relatos sobrenaturales y fantásticos, en concreto con la aparición de fantasmas y seres que (re)viven transmutados en otras formas o cuerpos. Weerasethakul utiliza toda esa mitología para contarnos acerca de las tradiciones y modos de vida de aquel país, de cómo estos han evolucionado o han ido en progresiva desaparición, y de cómo pueden llegar a coexistir con la idiosincrasia del tiempo presente, tan radicalmente diferente en forma y fondo a las raíces originarias de una civilización. En paralelo, y mediante el enriquecedor tratamiento cinematográfico de dicho material, nos está hablando de cómo las propias imágenes que recorren no ya el cine tailandés en particular, ni el asiático en general, sino el universal por extensión mutan para dar lugar a algo nuevo respecto a lo anterior, de la imposibilidad de permanencia de la pureza e incorruptibilidad inherente a su estado primigenio y fundacional -con la consiguiente sensación de pérdida- en un mundo absolutamente cognitivo tal cual lo concebimos hoy, y de su indudable cualidad orgánica y moldeable, mágica y fantasmagórica; fascinante al fin. 
Es este, pues, un film dotado de un amplio rango de lecturas y matices, de ahí que una de sus características más definitorias sea su heterogeneidad formal. Conviven en su interior pasajes realistas, insuflados de una sabiduría vital que se ve reflejada en una serie de conversaciones sinceras y gestos cariñosos que logran emocionar, con secuencias de un onirismo verdaderamente arrebatador y bañadas de una poderosa cualidad poética y fascinadora -a lo que contribuye la creación de una atmósfera que queda a medio camino entre el fantástico y el terror, siempre puntuada por una leve sonorización gutural que resulta prácticamente inapreciable pero que está ahí-, junto a una premeditada componente irónica (la caracterización de uno de los personajes antepasados no es sino un guiño cómplice del director hacia las antiguas y desmejoradas películas de monstruos producidas en su país) que surge de la propia limitación de medios pero que ayuda a ennoblecer aún más si cabe la cinta, y que encumbra el esforzado ejercicio artesanal de su director. Quien, no obstante, sabe captar de manera harto profesional la extrema belleza de los parajes naturales en los que localiza su filmación, ya sea sumergiendo la cámara en mitad de la maleza de la selva o introduciéndola en la completa oscuridad de una cueva, sin dejar por ello de iluminar el plano de forma casi mágica.
Artefacto rico e inagotable en sus múltiples y engranadas facetas, Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas nos empapa de conocimiento (no tan exótico como a priori pudiera parecer) gracias a su sosegada narración, y refuerza la vertiente espiritual que todo ser humano posee, deleitándonos en su contemplación y configurándose en toda una obra maestra de la posmodernidad cinematográfica. 
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La desconocía por completo y me voy con ganas de verla ya mismo. El mismo tema es algo que me fascina personalmente. Y además pintas esa magia de una forma que parece que en verdad te embelesó. La voy y te cuento, por que este tipo de peli me suele encantar!!!