Película My blueberry nights

La primera vez que leí que Wong Kar-wai estaba rodando su primera película en Hollywood, me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Ya estaba empezando a temer que sería una especie de Noviembre dulce (Pat O’Connor, 2001) cuando me enteré que, afortunadamente, esa noticia sólo era una verdad a medias. My blueberry nights no es una película producida por la industria de Hollywood, ni siquiera por la industria estadounidense independiente aunque su argumento sí se sitúa en EEUU y entre sus intérpretes hay grandes estrellas del cine americano como Jude Law o Natalie Portman. Aparentemente, Wong Kar-wai iba a seguir haciendo el mismo cine que había venido haciendo en su Hong Kong natal. Si no era por motivos económicos, ¿qué razón había entonces para desplazarse hasta los EEUU para realizar su nueva película? Pues bien, esa razón se llama Norah Jones. Una cantautora sin ninguna experiencia previa como intérprete. Wong Kar-wai estaba tan convencido de que ella era la actriz ideal para el papel protagonista que «ya que no podía hacer hablar chino a Norah, no me quedó más remedio que rodar la película en inglés». Después de ver su soberbia interpretación, no cabe duda de que la intuición del hongkonés está en plena forma.

A pesar del cambio de idioma y de localización, Wong Kar-wai demuestra que sigue siendo el director con mayor sensibilidad del cine actual. Nadie como él sabe transmitir sentimientos a través de una imagen, cada gesto, cada mirada, en sus manos se convierte en la expresión de los pensamientos más íntimos de los personajes. Un silencio en su cine es mucho más elocuente que cualquier diálogo. Aunque haya sustituido los tallarines y el arroz por chuletas de cerdo y tarta de arándanos, las deslumbrantes luces de neón, el potente uso del color, la simbología representada por llaves y puertas que se abren y cierran, los planos a través de cristaleras, los milimétricos encuadres y, sobre todo, el auténtico romanticismo que desprende cada fotograma, todo eso, sigue estando ahí.

My blueberry nights está dividida en una introducción y tres episodios en los que se nos cuenta el viaje que emprende Elizabeth (personaje interpretado por Norah Jones) a través de EEUU con la intención de descubrirse a ella misma. La historia principal gira en torno a la propia Elizabeth y Jeremy, propietario de una cafetería a la que ella acude tras descubrir la infidelidad de su novio. La presentación de Jeremy (interpretado por Jude Law) es inolvidable, mostrándolo como una persona que recuerda a la gente no por sus nombres sino por la comida que pide. A partir de ahí, la química entre los dos protagonistas no deja de crecer gracias, en gran parte, a unos diálogos llenos de ingenio, originalidad y emotividad, que nunca caen en el sentimentalismo fácil. La película inevitablemente decae cuando desaparece de pantalla el carisma de Jude Law, a pesar de los esfuerzos de actores de la talla de Rachel Weisz, Dave Strathairn o Natalie Portman por evitarlo, para luego resurgir en su parte final cuando Jude Law vuelve a tomar el mando para resolver la historia de amor entre Elizabeth y Jeremy.

Mención aparte merece la extraordinaria banda sonora, gobernada por las canciones de Cat Stevens, que con su susurrante voz sirve de perfecta expresión musical del estado de ánimo de los personajes. Los habituales del cine de Wong Kar-wai también encontrarán una versión para armónica del «Tema de Yumeji», original de la película Yumeji (Seijun Suzuki, 1991) pero popularizado por In the mood for love (Wong Kar-wai, 2000).

En definitiva, My blueberry nights es una película 100% «made in» Wong Kar-wai, que amarán sus seguidores (entre los que me encuentro) y odiarán sus detractores. Sólo queda esperar que su distribuidora se digne a estrenarla por fin en el mercado español, después de meses faltando al respeto a los seguidores del director hongkonés con el anuncio de una fecha de estreno para luego aplazarla sin justificación alguna.