Película Margot y la boda

No llego a imaginar lo insufrible que debe ser realizar los preparativos de una boda. Sin embargo, francamente, dudo que el visionado completo de esta película lo sea menos. Bien hubiese preferido pasarme los 92 minutos que dura esta penosa cinta lamiendo la goma de unos sobres de invitaciones nupciales. Duro, pero así es. De no haber pagado por entrar a la sala hubiera salido huyendo despavorida pasados los primeros veinte minutos de la sesión. No albergo ningún tipo de duda. Margot y la boda es una de las peores películas que he visto en mucho tiempo.

Margot (Nicole Kidman) y su hijo (Zane Pais) se disponen a pasar una temporada en casa de su hermana (Jennifer Jason Leigh) a propósito de la boda de ésta última. Tras muchos años sin contacto, las diferencias entre ambas no se harán esperar. Una rivalidad oculta y las pequeñas rencillas acumuladas durante años serán el desencadenante de una serie de conflictos entre ellas. A medida que los preparativos de la boda avanzan, la futura novia irá cuestionándose si la decisión de casarse es acertada o no. El prometido será encarnado por Jack Black y desempeñará el papel de un niño con treinta y muchos de carácter un tanto bohemio y que no contará en ningún momento con el beneplácito de Margot.

 

Tras esta historia de dudas y conflictos personales se esconde un vacío constante que no consigue llenar la buena calidad del reparto. No sé si simplemente el director se ha puesto la máscara de cineasta independiente y nos ha colado un gol que seguramente muchos considerarán un novedoso ejercicio de esos de no contar nada, de prescindir de las bases sobre las que se asienta toda película que sea mínimamente ortodoxa. Los diálogos son un maremágnum de incoherencias y salidas de tono que rozan el absurdo. He podido comprobar que algunos ingratos se atreven a compararla con Celebración (Thomas Vinterberg, 1998). Ante tal aberración no me queda más que llevarme las manos a la cabeza. Que Noah Baumbach se haya crecido como director con la notable aceptación de Una Historia de Brooklyn (2005) no le da carta libre para presentarnos a esta panda de personajes perturbados que forman el reparto de la película sin más pretensión que la de sembrar la polémica.

Como era de esperar, las cuestiones sexuales plagan la película y están tratadas con tal desfachatez y mal gusto que, en la mayoría de ocasiones, resultan tan ofensivas como innecesarias. Considerándome ferviente amante de lo poco convencional y de las transgresiones dentro del género, no entiendo como un director puede dibujar a sus personajes tan carentes de interés. Resultan tan hiperbólicos en sus reacciones que se produce una deshumanización de todos ellos, consiguiendo justo el efecto contrario al que Bambauch trata de crear en el espectador. Conforme pasan los minutos el aburrimiento y la desgana se van apoderando de los sentidos para terminar suspirando de alivio con la aparición de los títulos de crédito.

Poco o nada recomendable. Un claro ejemplo de snobismo y de ambición chafada por la búsqueda de la excentricidad innecesaria. A veces un poco de cordura no viene mal en toda esta vorágine tan de moda denominada «cine independiente». Un desafortunado intento de renovación del género que sin duda alguna traerá de su mano la polémica.