Película La Pelota Vasca. La Piel contra la Piedra

No me parece tan obvia como a mucha gente la necesidad de valorar por separado el contenido del discurso y la manera de presentarlo de La Pelota Vasca. La Piel contra la Piedra. Creo que a veces el fondo condiciona la forma y en la pretensión de Julio Medem de que su documental fuera un instrumento de paz perdió también gran parte de las oportunidades de otorgar valor artístico a la obra. Sus 115 minutos de duración se reducen casi por completo a un correcto ejercicio de montaje de las numerosísimas entrevistas realizadas por el director a quienes quisieron aportar su visión del conflicto vasco. Un ambicioso caleidoscopio politico-social cuyos escasos interludios, realizados con insertos paisajísticos, imágenes de archivo y cortes de películas de temática relacionada, son los únicos reductos expresivos donde se entrevé al autor de Tierra Los Amantes del Círculo Polar, por cierto bastante irregular, tan capaz de utilizar una secuencia grabada por Orson Welles para plasmar verazmente el desconocimiento del conflicto en el exterior (antes total, ahora sólo parcial), como para olvidarse de la necesaria objetividad con un montaje en paralelo de la mujer de una víctima de ETA y otra de un miembro de la banda encarcelado a quien va a visitar, opción estilística que deslegitima demasiado el drama, también real, de la segunda.

Pero sobre todo encuentro muy chocante al revisar el documental de Medem lo envejecido que lo percibo. El director, en los años de mayor politización de las víctimas del terrorismo, fue poco menos que lapidado por ciertos sectores sociales por dar voz a Arnaldo Otegui. Vista ahora, con la perspectiva que dan 8 años en los que ha habido una segunda tregua y su correspondiente ruptura por parte de ETA, y un cambio de gobierno en Euskadi impensable allá por 2003 cuando el PP buscaba erigirse con Mayor Oreja como alternativa al PNV, el problema no parece tan complejo; y el mosaico de opiniones que Medem trataba de poner sobre la mesa para desatascar aquel periodo de crispación se antojaría casi excesivo en la actualidad. Por mucho que se avente el miedo desde las alas radicales de la política, las cosas, creo, van cambiando para bien.

Seguramente sea esto lo más gratificante que puedo decir de La Pelota Vasca. La Piel contra la Piedra. Siempre me he considerado bastante crítico con la parsimonia de la sociedad global que Internet ha traído en el último lustro. Afortunadamente, en este caso también es aplicable a la capacidad de convocatoria del entorno de ETA, cada vez más limitada y, no me cabe la menor duda, condenada a desaparecer por pura desatención de toda una generación de individuos que, desde sus portátiles, durante sus becas erasmus o sus viajes mochileros, han asimilado la demolición de gran parte de las fronteras geopolíticas, al menos las existentes dentro del mundo desarrollado. La sensación de pertenencia al grupo (familia, barrio, pueblo, ciudad, comunidad, país…) se limitan al mantenimiento de una cierta idiosincrasia. En todo caso una abstracción muy alejada del contenido del documental, que ofrece demasiado discurso acerca de independencias y fronteras, meras excusas de unos políticos que en vez de retratar un problema real, se retratan a ellos mismos como auténticos depredadores que son, la inmensa mayoría sin el menor escrúpulo en su ansia inagotable de poder. Julio Medem, quizá sabedor de ello, reserva las últimas palabras del documental a Bernardo Atxaga, escritor de esa maravilla de novela llamada El Hijo del Acordeonista. En su alocución no hay odio, ni verdades a medias, sólo la visión esperanzada de un vasco universal.