
Valoración de VaDeCine.es: 8.5
Título original: Nanjing! Nanjing! Nacionalidad: China Año: 2009 Duración: 132 min. Dirección: Lu Chuan Guión: Lu Chuan Fotografía: Cao Yu , He Lei (Blanco y Negro) Música: Liu Tong Intérpretes: Ye Liu (Lu), Hideo Nakaizumi (Kadokawa), Lan Qin (Mrs. Tang), Wei Fan (Tang),
Trailer
Posicionada en el bando ideológico chino, el cual sostiene que la bárbara ocupación japonesa de su patria sacudió a militares y civiles sin distinción, Ciudad de Vida y Muerte se esfuerza por recordar las víctimas de la masacre de Nanking en 1937. Un espantoso episodio que, prácticamente olvidado por el cine, arroja escalofriantes cifras cercanas a los 300.000 muertos. Por supuesto, habrá quien crea que los nipones sólo atacaron objetivos castrenses, tal y como su ejército defiende. No obstante, repasando la Historia de la Humanidad es fácil dejarse convencer por la parcial versión de esta película. Desde tiempos inmemoriales la vergüenza ha golpeado nuestras conciencias. Tantas y tantas atrocidades, inaceptables por la mayoría de individuos, pero incomprensiblemente forjadas y amparadas en grupos liderados por poderosos interesados en manejar el rebaño. Así, y siempre tras saltar la chispa adecuada, los errores en cadena terminan por acarrear toneladas de odio y rencor enquistado de por vida. Poco importa si el oro, el petróleo o un puñado de tierra, que jamás cultivará el soldado, marcó el comienzo. Una vez derramada la primera gota, se olvida el porqué, una herida lleva a otra, y todas tardan en cicatrizar.

Absolutamente necesaria, esta estremecedora cinta deslumbra con su vigoroso y concreto lenguaje visual. Pocas palabras bastan para construir este drama bélico capaz de señalarnos como los borregos que siempre hemos sido. Por ello, para dejar de serlo, es imprescindible echar la vista atrás y contemplar la sangre, aún muy fresca, de Nanking, pero también de Varsovia, Sabra y Chatila, Hiroshima, o, incluso de nuestra propia España, donde, según relata mi abuelo, muchos todavía recuerdan rumores en los cuarteles de su época sobre lo acontecido un infausto día en la plaza de toros de Badajoz. Y es que jamás hemos de olvidar, para no tropezar, lo afortunados que somos los que no hemos vivido nada similar. Un alivio que el espectador apreciará nada más abandonar la sala y respirar la tranquilidad de nuestras calles. Se lo aseguro, sólo por esa sensación ya merece la pena degustar esta angustiosa pero brillante obra.

Fotografiada con elegancia, así como espectacularmente realizada y ambientada, estamos ante una pulcrísima producción de gran factura, belleza estética y fuerte expresividad. Igualmente notable, su calculada propuesta narrativa viaja desde la tragedia general hasta el drama concreto de cada individuo, llevando con eficacia el horror y la desesperación de la guerra hasta el patio de butacas. Su inspirado director, Lu Chuan, muestra un terror que todos, conociéndonos, contemplamos como desgraciadamente creíble. Sin groseros subrayados ni efectismos. Sin apenas necesidad de diálogos ni personajes. Algo que puede parecer extraño y arriesgado, sobre todo para un gran público más acostumbrado a las intrahistorias, pero que, sin embargo, acierta el discurso al presentar una deforme y monstruosa masa de hombres acorralados, tanto victoriosos como derrotados, sin un lugar para su propia personalidad. En consecuencia, sin espacio para ser ellos mismos. Gente al borde del precipicio moral y físico, donde la traición significa momentánea supervivencia, y la vida es sinónimo de tortura y violación. Casi infrahumanos que, totalmente engullidos por el pánico, sólo en la muerte pueden hallar una salida honorable como hombres.
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Una obra maestra. Desde El Pianista de Román Polanski, no me había impresionado tanto un largometraje. Duro, violento, donde se demuestra de la manera más cruda la inutilidad, y la crueldad de las guerras, el deshonor de todas las victorias. Rodada en blanco y negro a modo de reportaje grafico de la época, con unos protagonistas que con solo la mirada, lo dicen todo.
Si señores, por fin una obra maestra. Un largometraje de los que cuando sales de la sala, te sientes lleno, lleno de buen cine. Con la sensación de haberlo visto todo, de no haberse quedado nada en el tintero. Como el que después de un banquete, dice ya no quiero más porque ya no tengo más hambre.
Muy recomendable.