Película Furia de titanes (2010)

La cada vez más alarmante escasez de ideas en el seno de la industria hollywoodiense nos lleva a esto: el remake de una película más o menos clásica dentro del género de aventuras épicas que, aun con sus múltiples defectos y su evidente aspecto demodé, resulta infinitamente más entretenida que éste, su remedo del siglo XXI; mucho más productiva e imaginativa en su puesta de largo; y sobre todo, poseedora de un argumento en el que querer contar algo mínimamente interesante sea una de las bazas principales. Precisamente todo de lo que carece esta nueva versión de Furia de titanes, un producto altamente publicitado (sobre todo en su versión en 3D, que al final resulta extraordinariamente insuficiente), y que se da de bruces contra la sensatez cinematográfica, ampliándose así la infausta estela de la maquinaria de consumo adolescente que, semana tras semana, golpea incesantemente nuestra empobrecida cartelera.

Todavía resulta más increíble que, disponiendo de los medios portentosos de hoy día, que permiten prolongar hasta casi lo inimaginable las ideas del director de turno puesto al frente, con la posibilidad de cuajar, así, un producto que se aproveche de dicha coyuntura para sorprender a un espectador ávido de sensaciones y atrevimientos, aquél se vanaglorie en tirar por la borda semejante potencial para entregar una nadería sustentada en una conjunción de efectos que, a día de hoy, ya han perdido casi por completo su significado primigenio más evidente para convertirse en lo más parecido a una barraca de feria a la altura de la sociedad del consumo acelerado y la irreflexión en que nos encontramos inmersos.

Créanme: Furia de titanes (versión 2010) es una sucesión de peleas y batallas, de golpes y muertes, sin mayor gracia ni concierto, sin más lugar para el aura de la mitología propia a una historia como ésta, que el de unos dioses pasados de rosca (en su estética y en la falseada sobredimensión de sus diálogos) y un héroe, Perseo, que más que un semidios bien podría resultar nuestro querido hijo de vecino, el perfecto macarra del fin de semana. No me sorprende que un actor de la calaña de Sam Worthington esté en la cresta de la ola cinematográfica actual: es lo que demanda el público mayoritario, moldeado a su imagen y semejanza. Los productores (los grandes culpables de todo esto), otra cosa sí, pero tontos no son.

De esta manera, acompañamos al mencionado héroe en su acto de valentía sin que el propio concepto de heroicidad se configure mínimamente, con la consiguiente falta de emoción; sin que haya lugar para el matiz romántico -en lo que hubiera supuesto un buen motor narrativo, como sucede en la original- ni para la concepción de la gracia divina -el castigo y el regalo de los dioses hacia los mortales, como prueba de su capricho y de su particular concepto de la justicia, y que bien aparecían reflejados en el film del 81, aquí desaparecen por completo-. Así pues, sólo resta alguna secuencia de acción que, por mucho que quiera impactar en base a su moderna concepción digital, resulta vacía y frustrante (además de ya vista) al no servir de apoyo a un argumento sólido -en verdad inexistente aquí-. Una harto pobre puesta al día de una épica que, por otro lado, reúne una serie de condiciones que la hacen excepcionalmente propicia para representarse y suponer un logro cinematográfico.

Nota sobre la versión 3D. Para terminar, un breve apunte sobre la versión 3D, supuestamente la mejor manera de “disfrutar” de esta cinta. Más allá de entrar a debatir la aportación artística, de verdadera revolución y posible cambio en su significado, que al medio cinematográfico, entendido a la manera clásica, realiza la tecnología 3D, lo que queda claro tras observar la última película de Louis Leterrier en este formato es que dicha tecnología aún se encuentra en pañales. Si una película como ésta, concebida para ser explotada y vista a través de las gafitas de marras, supone uno de los principales reclamos promocionales para impulsar esta nueva forma de ver el cine, mejor seguimos como estábamos y de paso nos ahorramos esos tres euros en la entrada (que en tiempos de crisis, tampoco viene mal, todo sea dicho). Componentes básicos para el correcto ensamblaje de cualquier producción fílmica, como lo son una adecuada iluminación o una imprescindible relación del actor con su entorno y el fondo de la imagen, bien lo agradecerán.