Película Los Fantasmas de Mis Ex-Novias

Es cierto, estamos ante otro evidente refrito: la enésima adaptación del archiconocido Cuento de Navidad de Charles Dickens. Un trillado discurso acampado, para más inri, sobre lugares comunes de la comedia romántica. ¿Nos olvidamos por tanto de la cinta? No, aguarden un minuto. Consideren las posibilidades. Quizá aún les preste un servicio. Todos tenemos momentos tontorrones en los que sólo necesitamos evadir la mente. Pausas de nuestra plena capacidad intelectual en las que el cerebro agradece una buena inyección de endorfinas baratas frente a la pantalla. Pues bien, es aquí donde podría encajar una película tan boba pero decente como ésta. Y lo aseguro por dos razones principales. La primera es puramente argumental, ya que inspirar el tronco de su narración en un clásico asegura cierta coherencia y empaque. La segunda es más difícil de encontrar en el panorama cómico actual. Y es que, pese a tener que comulgar con la forzosa dosis de chorradas despreciables, no son éstas mayoría ni base del trenzado humorístico de la obra. Desde luego, todo un logro en peligro de extinción.

Medianamente interesante, esta correcta película encuentra en su pareja protagonista una química poderosa. Así, de su estrecha combinación, el saleroso Matthew McConaughey y la sensual Jennifer Garner destilan primorosos aromas ricos en matices. Sin duda, un acierto de casting, pues ambos interpretan papel y flirteo diseñado como anillo al dedo: el guapo soltero de oro, Connor Mead, puro canalla e imán de seducción, enfrentado a su verdadero amor, Jenny, origen y a la vez freno de una vida de conquistas sin sustancia. El auténtico romance al que Connor ha temido entregarse desde su tierna e inocente infancia. Circunstancia ésta, paulatinamente descubierta al espectador con la llegada de tres fantasmas capaces de abrir los ojos a nuestro descarriado protagonista: el espectro de las novias pasadas, el del presente y el que muestra el desagradable futuro reservado para tan azaroso camino. Un divertido y sugestivo desfile de apariciones al que debemos sumar la más interesante de todas: la del espíritu del fallecido tío Wayne (impecable Michael Douglas), espejo, ejemplo y tutor de Connor en el difícil terreno del ligoteo. El vividor por excelencia y uno de los puntos fuertes del film. Sus sabias lecciones, consejos y maña aportan mucho más que risas: ¡es que son verdades como templos!

Pero, hablando en serio y en definitiva, estamos ante un proyecto que, sin huir de la mediocridad, sí esquiva el lodazal en el que se viene convirtiendo la comedia romántica americana. Tampoco es mucho decir, no obstante, y regresando al lúdico concepto, la cinta probablemente les haga pasar un rato distendido. Uno de esos tan necesarios, de vez en cuando, lejos de la cruda realidad.