
Valoración de VaDeCine.es: 7.5
Título original: Invictus Nacionalidad: U.S.A. Año: 2009 Duración: 134 min Dirección: Clint Eastwood Guión: Anthony Peckam (Ensayo: John Carlin) Fotografía: Tom Stern Música: Kyle Eastwood, Michael Stevens Intérpretes: Morgan Freeman (Nelson Mandela); Matt Damon (Francois Pienaar); Tony Kgoroge (Jason Tshabalala); Patrick Mofokeng (Linga Moonsamy); Julian Lewis Jones (Etienne Feyder); Adjoa Andoh (Brenda Mazibuko) Página web y Trailer
Desde presuntuosas esferas sociales se pretende desterrar al deporte de las disciplinas culturales esenciales del ser humano. Con mirada sesgada, se enfoca hacia sus zonas más oscuras o banales en pos del desprestigio. No parecen reparar o dar importancia a esas mismas máculas en círculos literarios, musicales o cinematográficos, paradigmas culturales por antonomasia. Se olvida sin embargo a menudo que la práctica del deporte supone una inyección de valores individuales tales como la solidaridad, la superación y el respeto, virtudes inculcadas a todos los niveles. O que los únicos ejemplos verdaderamente conciliadores a escala global en el siglo XXI ocurren sobre un campo de juego. Tampoco encontraran una disciplina donde el origen de su élite esté más desligado al desarrollo económico, y por tanto sea más equitativa. Y a pesar de todo esto, algunas veces tiene uno la sensación de tener que pedir perdón por colocar a Alí, Maradona, Phelps, Bolt, Merckx, Kasparov, Comaneci o Zátopek a la altura de Dylan, Chaplin o Joyce. Afortunadamente, en no pocas ocasiones la trascendencia del hecho deportivo resulta tan evidente que nadie osa ponerla en entredicho. La victoria del equipo surafricano en La Copa del Mundo de Rugby de 1995 es uno de estos casos y John Carlin lo rerató a la perfección en Playing the Enemy: Nelson Mandela and the Game that Made a Nation (traducido como El Factor Humano en España). Clint Eastwood adapta la obra en Invictus, película en la que extrae su jugo inspirador de la experiencia que del acontecimiento tuvieron dos personajes fundamentales: Nelson Mandela (Morgan Freeman), presidente del país, y Francois Pienaar (Matt Damon), capitán de los Springboks.

La mirada clara y conciliadora de Mandela encontró en la riqueza simbólica de la liturgia deportiva y su inigualable capacidad emotiva, un catalizador mucho más eficiente que cualquier decisión política en su empeño de llevar a cabo la profunda revolución social que Suráfrica necesitaba tras los más de 30 años de segregación racial sufridos durante el “apartheid”. Desde la primera toma, un precioso traveling que muestra en apenas 15 segundos un efectivo fresco sociológico ante el advenimiento de la presidencia de Mandela: blancos y negros / miedo y esperanza, el maestro estadounidense articula su discurso a diferentes niveles sobre los que observar el desarrollo de los acontecimientos. El material histórico es excelente, casi ficticio. Conocerlo casi de memoria limitó, en mi caso, su disfrute total, asi que me van a permitir que les racione lo más posible la información al respecto. En todo caso, un buen entendedor de todo torneo internacional agradecerá la importancia que se concede en la pelicula a los detalles cruciales que toda selección colecciona en su camino a la gloria.

Dicho esto, probablemente Invictus no satisfaga del todo a nadie. A quien espere una profunda visión de la figura de Nelson Mandela y su importancia en la actual estructura social de la nación surafricana más allá de aquel campeonato del mundo, tendrá que conformarse con lo (mucho) que la estupenda composición de Morgan Freeman deja entrever a lo largo del metraje, y con un par de poéticos flash-backs ofrecidos sobre el cautiverio al que durante más de un cuarto de siglo fue sometido el líder del Congreso Nacional Africano. Los amantes del deporte en general, y del rugby en particular, tampoco paladearan plenamente la esencia de un juego tan maravilloso y, como en todos los intentos anteriores, observarán con desilusión la torpeza con que son reproducidos los complicados movimientos del deporte de alta competición. Ambas rémoras son comprensibles. El verdadero pero radica en que, unos y otros, deberán tratar de perdonar la escasa dosificación dramática del argumento. Encuentro sorprendente que un director tan dotado para el despliegue dramático, maestro de la contención en obras imperecederas como Sin Perdón o Los Puentes de Madison, demuestre excesiva tendencia al tosco subrayado en una película que, por tratar de convertir todos y cada uno de sus parlamentos e imagenes en un elemento ejemplificador de lo mejor del ser humano, transmite cierto aroma almibarado.
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quién mejor que tú para afrontar esta crítica. Estoy deseando verla. Deporte y cine, puro agente cooper (para sus conocidos: tienes grabada a fuego aquella discusión en una churrería en plenos JJOO)
Estoy contigo en tu discurso, la selección multiracial de Zidane en el 98 también hizo maravillas en Francia