Película Los Hombres que Miraban Fijamente a las Cabras

Perdonen el rodeo. En la última gala de los Emmy, Alec Baldwin revalidó el galardón a mejor actor de comedia por su papel de ejecutivo de la NBC en la multipremiada 30 Rock. Entre los nominados de este año se coló Jim Parsons, Sheldon en The Big Bang Theory. Si no conocen esta serie, denle una oportunidad. Cada uno de sus episodios contiene, entre muchos lugares comunes del formato “sitcom”, un puñado de momentos magistrales, casi todos ellos resultado del exacerbado carácter analítico del personaje de Parsons. Su hilarante incapacidad social ejerce a menudo de sutil crítica a infinidad de convencionalismos vitales aceptados por todos. La guerra, en la sociedad americana; y cada vez más en todo el planeta (Obama dixit), es uno de ellos. Los Hombres que Miraban fíjamente a las Cabras intenta explotar mecanismos cómicos semejantes, cercanos al absurdo, para elevar su crítica antibelicista. El resultado, no obstante, es desolador, aburrido y falto de mordacidad, en las antípodas de un clásico como Teléfono Rojo: Volamos hacia Moscú .

Comparada con su hermana pequeña televisiva, en continua exploración e infinitamente más arriesgada, corren malos tiempos para la comedia en la gran pantalla; en demasiadas ocasiones (casi todas) parece conformarse con dotar a los guiones de un envoltorio barroco que enmascare la falta de ingenio, confiando en que la pereza del espectador le disuada de escarbar más allá de la aparente semejanza a un formato de reconocido prestigio. En este caso, resulta obvia la referencia a la marca Coen. Sin embargo, la película naufraga en su intento de mimetizarse en un producto cómico al estilo del que los autores de El Gran Lebowski han desarrollado con brillantez. Grant Heslov (director) y Peter Straughan (guionista) buscan el esperpento que le supongo al libro del mismo título que adaptan, tratan de hacer un retrato de la idiotez del mundo militar americano, pero el cuadro no puede ser menos cáustico. Y aunque puede que del primer al último miembro de su resplandeciente elenco interpretativo disfrutaran mogollón haciendo este largometraje, ni uno sólo de los esforzados gags de la película me hace la menor gracia. Me parece más plausible que esta vulgar fábula pseudo-hippie sea resultado de un exceso de hierba en el rodaje. En ese caso puede que la solución sea el masivo reparto de porros a la entrada del cine, el espectador se encontrará así en el mismo nivel de apertura intelectual. Si no, yo al menos, no lo comprendo. Una gran decepción.