
Cameron Díaz, de Ángel de Charlie otra vez
Parece ser que lo hemos perdido para la causa. Ya Southland Tales (2007), anunciaba que detrás del conejo amigo de Donnie se escondía un batiburrillo de influencias y estilos que si bien en el film independiente sorpresa de 2001 funcionaba por su poder de ensoñación y de sugerencia, en su siguiente cinta constituía tan bizarro collage como su reparto (The Rock, Sarah Michelle Gellar, Justin Timberlake, Kevin Smith...). Dos años después de aquel descalabro llega justo lo contrario, cero atrevimiento, cero riesgo, cero inspiración y como resultado un soso y vacío producto. Es normal que se quiera posar en tierra firme, pero si es para esto, preferimos los saltos al vacío (supongo que su cuenta corriente dirá lo contrario, claro).
Cameron Díaz (la otrora Mary) y James Mardsen (a.k.a. Cíclope) son un matrimonio de los que podríamos llamar triunfadores o clase media alta americana, acomodados y sin poder ver más allá de su jardín con el Chevrolet aparcado al lado y siempre con ganas de vivir más ampulosamente. Pero mira por donde un buen día se les presenta la disyuntiva moral en forma de Frank Langella (Frost contra Nixon) y de una caja de origen controvertido (no doy pistas de las presuntas explicaciones) coronada por un botón. Si pulsan dicho botón, recibirán un millón de dólares fresquitos para colmar su sed de escalada social, mientras que una persona que no conocen morirá. Oh, dilema interior humano y tragedia griega posmoderna. Nada de nada. Efectos especiales y thillerío psicológico de 0.60€ para mantener el ¿interés? hasta el ¿revelador? final. Las diferentes sendas inexplicadas (marcianos, relato bíblico) no hacen sino confundir y poco aportan al lo único que se salva, que es la ambientación setentera y la banda sonora de...¡Arcade Fire!

La pareja y la caja
Simple y llanamente, The Box es a las películas de suspense estilo El sexto sentido lo que La cruda realidad (en cartelera) es a la comedia romántica, una revisitación de lugares comunes de modo que el espectador menos exigente se sienta cómodamente inseguro en el terreno falsamente resbaladizo que pisa, en vez de ser empujado al vacío y obligado a volar por sí mismo. Un rollate para pasar la tarde que no va a ningún lado, vaya
Confieso sinceramente que no entendí ¡nada!. Ni quien ofrecía The Box ni porqué ni con que intenciones. Claro que tampoco me importaba, ya que fuí insistentemente llamado por Morfeo durante la aburridísima sesión de esta ¿película?. Muchas españolas que se hacen hoy en día son REmalas, muy cierto, pero al menos no se proyectan en cines allende los mares.