Película Enter The Void

Gaspar Noé sube la apuesta. Después de Irreversible (2002), la cual rallaba lo desagradable, el director argentino y francés de adopción, auténtico enfant terriblè del cine europeo, hace un verdadero despliegue de poderío visual y estético en su nueva película. Como si de un corte de mangas en forma de celuloide se tratara, se recrea en largos (a veces demasiado) planos en los que el contenido sexual y alucinógeno sobrepasa lo visto anteriormente en su filmografía, a veces pisando, de nuevo, la línea del mal gusto (imagino la sonrisa de Noé al montar cierta escena). Enter The Void es un viaje que no deja indiferente.

Las chicas del club The Void

La historia de Oscar y Linda, dos hermanos inseparables que viven en Japón y cuyo destino está unido de forma Cronenbergianamente inquebrantable, sirve de hilo conductor para que Noé teja una narración en la que mezcla diversos ingredientes de modo que envuelve al espectador en un estado de trance en la fina línea que separa lo místico de lo invocado por las sustancias. O mejor dicho, en un lugar en el que dicha línea desaparece. Nos lleva de la mano por parajes que invocan una felicidad plástica para luego golpearnos con la más terrible de las pesadillas. Todo ello en planos secuencia en los que viajamos espacial y temporalmente siempre desde el mismo punto de vista, lo que aumenta dichas sensaciones y convierte la cinta en un auténtico tour de force.

La omnipresente cámara de altos vuelos de Noé

El Libro tibetano de los muertos, piedra angular del budismo, y su idea de reencarnación estructuran y planean, nunca mejor dicho, sobre todo el metraje, mientras que el entorno psicotrópico en el que se mueven los personajes añade un punto de irrealidad que nos hace plantearnos lo que vemos. Incluso Noé deja pistas sobre lo que pudo ser y no fue (o quizá sí), hilos argumentales que parecen perderse y detalles que pueden despistar si se quiere ser 100% exhaustivo a la hora de comprender lo que ocurre.

No hay pérdida posible. Dejarse llevar por la sobredosis de colores y sensaciones es la mejor opción para disfrutar de una obra cuya belleza y supersónica generación de estímulos tanto sensoriales como sentimentales se equiparan a su capacidad de abrumar, por excesiva y reiterativa, al espectador que no entre del todo en el juego planteado. Sea como fuere, una experiencia que merece la pena.