
Valoración de VaDeCine.es: 8,5
Título original: El Secreto de sus Ojos Nacionalidad: Argentina, España Año: 2009 Duración: 127 min. Dirección: Juan José Campanella Guión: Juan José Campanella, Eduardo Sacheri Fotografía: Félix Monti Música: Federico Jusid, Emilio Kauderer Intérpretes: Ricardo Darín (Benjamín Espósito), Soledad Villamil (Irene Menéndez Hastings), Pablo Rago (Morales), Javier Godino (Gómez), Guillermo Francella (Sandoval), José Luis Gioia (Molinari) Página web Trailer
Resulta imposible decir la palabra ‘amor’ sin empezar pronunciando la letra ‘a’. Resulta difícil contar un romance cuando éste nunca comenzó. Así, con estas limitaciones, Juan José Campanella, director de la memorable El Hijo de la Novia (2001), afronta, desde inusual óptica, la narración de un relato de indefinido comienzo y compleja resolución. De este modo, donde las palabras no funcionan siempre se podrá hablar con la mirada, desarrollando historias subterráneas a través de ojos que se escrutan mutuamente.
El mismo amor, la misma química.
Basada en una novela de su coguionista Eduardo Sacheri, El Secreto de sus Ojos ensambla una doble trama, crimen y amor, a dos niveles y otras tantas épocas. Así, contradiciendo aquel cantar argentino, aquí veinte años son mucho tiempo, el suficiente como para pensar en los errores u omisiones del pasado.
Acierta plenamente Campanella con el espíritu del film, con ese aroma clásico y no obstante original por situación y momento: Argentina, mediados los 70. Antesala de la dictadura; con la violencia por las calles y la impunidad en el Gobierno. Partiendo de la actualidad y jugando en presente y pretérito, se nos advierte aquí del problema de llevar una vida vacía, tan sólo llena de recuerdos. Dicho así podría parecer precioso, pero no lo es. Y es que las remembranzas no tienen porque ser agradables. Al menos, en Benjamín Espósito (Ricardo Darín) no lo son. A él la memoria sólo le habla de oportunidades perdidas y un asesinato sin resolver o, mejor dicho, sin juzgar. Y resulta curioso cuántas veces amor y justicia alcanzan desembocaduras similares: si no llega ‘el amor’, la gente se amolda a ‘un amor’. Si no existe ‘la justicia’, ¿nos debemos resignar, al menos, con ‘una justicia’?
El inconformista Espósito, oficial de juzgado de profesión e impenitente quijote de vocación, pretende exorcizar sus recuerdos convirtiéndolos en literatura. Así, para este hidalgo, los expedientes judiciales pasados, en concreto los referentes a la violación y asesinato de Liliana Colotto, tornarán en aquellas novelas de caballería que “del poco dormir y el mucho leer, secan el cerebro” que diría Cervantes. Obsesión, diríamos nosotros mundanos.
Sandoval prendido a una botella vacía.
Sostenido en la solvencia de Darín y Villamil, pero sobre todo en la naturalidad y empaque de sus secundarios (inquietantemente genial Javier Godino), Campanella mantiene un constante in crescendo de compleja realización fílmica, alcanzando en puntuales momentos vuelos de obra imperecedera (aquella visita a la cancha de Huracán). Secuencias que suelen compartir plano con la tremenda humanidad que desprende Sandoval, Sancho de nuestro Espósito, al que presta su cara y alma un magistral e inspiradísimo Guillermo Francella.
En definitiva, todo un compendio de virtudes cinematográficas al que su simplemente correcta resolución al desenlace, con un poco original fundido en negro para cada trama, no debiera restar un ápice de validez. No convendría obviar lo certero de la propuesta, la idónea mezcolanza del thriller policial con el drama romántico, su medido humor. No se puede olvidar la brillantez de sus diálogos, la ambientación y el sutil pulso sociopolítico. Y, sobre todo, siempre tendremos que recordar lo aprendido: que el pasado tiende a volver. Porque el ser humano puede mudar de aspecto, ideas, religión… pero nunca, nunca, cambiará de pasión.
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Una película que realmente logra tocar la fibra sensible sin resultar empalagosa en ningún momento. Sus personajes son inolvidables y sus diálogos, de una brillantez muy poco vista. Por no hablar de la forma en que mezcla el drama con el humor. Aunque el tono global es muy melancólico, hay momentos en los que me he reído como hacía mucho tiempo que no me reía en el cine.