Película Los Niños de Huang Shi

Hace más o menos un año llegó a España una película cargada de cierto exotismo que supuso un inesperado éxito de taquilla en todo el mundo: El Velo Pintado (The Painted Veil, John Curran, 2006). Un notable drama romántico protagonizado Edward Norton y Naomi Watts que tenía como escenario la convulsa China de principios del siglo XX. Aquel éxito seguramente arropó esta ambiciosa producción, similar en escenario y, en cierto modo, contenido que ha llegado a Estados Unidos este verano: The Children of Huang Shi.

Inspirada en hechos reales, y localizada en la China ocupada por los japoneses en el año 1937, la película cuenta el épico éxodo de un centenar de niños guiados por un extranjero a través de la cordillera de Liu Pan a más de 4000 metros de altura en su huida de una guerra que nunca pidieron pero a la que les obligan a acudir.

George Hogg (Jonathan Rhys-Meyers) es un reportero de guerra inglés que trata de pulsar la realidad de la invasión del país. Pronto descubrirá, tras el silencio oficial, el horror del conflicto en carne propia. En su intento de llevar a la opinión pública las ejecuciones masivas que se están produciendo, se verá obligado a escapar de las autoridades niponas. Para ello contará con la inesperada ayuda de un miliciano del ejercito comunista chino (Chou Yun-Fat). De este modo, acaba con sus huesos en un orfanato olvidado donde malvive un centenar de huérfanos de la guerra, atendidos intermitentemente por la cooperante americana Lee Pearson (Radha Mitchell).

El director esboza algunos trazos que nos permiten vislumbrar la complejidad de este conflicto. Muestra la guerrillera resistencia a la invasión de un país dividido entre partidarios de abrazar el comunismo llegado de Rusia y defensores del ultranacionalismo chino. Sin embargo, Roger Spottiswoode, deja el gran angular de la política un poco de lado y enfoca hacia el individuo en su lucha por la supervivencia de su pequeña comunidad, o su esfuerzo por mantener unido al grupo y así dotar de un futuro digno a los chicos.

Podríamos dividir la cinta en tres partes principalmente: La previa a la llegada de Hogg al orfanato donde se realiza la contextualización de la película, el proceso de asentamiento de la comunidad y, por último, el éxodo. De ellas, la segunda es, en mi opinión, la más acertada. El cine costumbrista oriental se convierte en el espejo en que el director se mira. La manera en que este extranjero comienza a ganarse la confianza de unos niños traumatizados por el horror es tratada con elegancia y bastante profundidad. Las diferentes victorias de Hogg y sus chicos en su intento por crear un hogar decente o los tratos que este acuerda con otra superviviente más de la guerra en forma de contrabandista –soberbia Michelle Yeoh, como casi siempre- con la tierra y la confianza como avales son ejemplos del esperanzador mensaje de cooperación que el largometraje trata de inculcar por encima de consideraciones políticas. Convicciones que, por otra parte, la realidad trata de dinamitar en ocasiones como comprobamos justo antes de la partida del grupo.

La película, es verdad, cae en muchos de lo tópicos de este tipo de trabajos. La tendencia a dotar de cierta santidad al protagonista evita cualquier matización de la actuación de Rhys-Meyers, que se limita a poner cara de buena persona en cada una de sus escenas. También tenemos la consabida dosis de redención; en este caso en forma de superación de una adicción al opio gracias al “ejemplo” de responsabilidad del protagonista. Cosas, en mi opinión, para la galería; que simplemente buscan contentar al gran público, como si la receta del éxito tuviera ciertos ingredientes indispensables que a la larga resultan, no nos engañemos, ciertamente facilones. Estoy seguro de que la película es fiel a la vida de George Hogg, de hecho durante los créditos finales se nos muestran comentarios de los verdaderos niños de la historia, ya ancianos en nuestros días, que recuerdan las bondades del personaje, pero la conclusión de la película es innecesaria tal y como está planteada.

Una historia de superación, de tránsito, de busqueda de uno mismo, enmarcada en un entorno atractivo y salpicada de momentos de gran cine que, sin embargo, resbala en repetidas ocasiones y peca de falta de originalidad y riesgo para deambular por esos recovecos intransitados que exploran las grandes obras.