Película Juego con la Muerte

Estrenada cinco años después de la muerte de Bruce Lee, y rodada en un 90% sin su presencia, uno no sabe muy bien qué pensar de esta cinta. Por un lado, es cierto que los escasos minutos filmados por el mítico actor son dignos de algún tipo de difusión. Me refiero, cómo no, a las famosas secuencias en las que Lee, con su legendaria indumentaria amarilla, se enfrenta al jugador de la NBA, Kareem Abdul-Jabbar, entre otros rivales. Apenas once minutos de magia para el cine de artes marciales, rescatados, en gran parte, gracias a su aparición en este film. Es aquí donde encajaría la defensa y justificación de este discutible proyecto, tan distinto a la idea original que Lee tenía en 1973 sobre él. No obstante, pese a la evidente categoría de este escaso metraje, cuesta digerir el supuesto homenaje que la productora nos quiere vender con esta película.

Y es que, ante una tragedia en producción, es lícito cerrar un rodaje casi finiquitado con la utilización de dobles e ingeniosos recursos cinematográficos. Un ejemplo lo podemos encontrar, sin ir más lejos, en El Cuervo (Alex Proyas, 1994), concluida tras la fatídica muerte de su protagonista, Brandon Lee, precisamente, hijo de Bruce. Sin embargo, algo muy distinto es lo perpetrado en este horrendo largometraje de burdos fines comerciales. Esto es, construir el fraude sobre varios minutos originales, utilizando el mayoritario artificio como base, ¡y de qué manera!

Castigada con un montaje bochornoso, merecedor de algún despido, «y con razón», como el del responsable de ese Radiactivo Man sin Milhouse (The Simpsons, 7ª temporada), la cinta resulta ridícula engarzando planos de distintas películas de Bruce Lee para completar las ausencias de éste. Así, contemplamos atónitos cómo secuencias de interior se rematan con primeros planos de Lee en evidentes exteriores y viceversa, o vemos siempre el rostro del doble protegido con enormes gafas de sol, incluso de noche. De igual modo, la vulgaridad se apodera de la pantalla para ofender al espectador con insólitos trucajes de vergüenza ajena. Tampoco escapa del esperpento el estúpido guión diseñado para cubrir la baja de Lee. En este caso, las torpezas y el absurdo inundan el libreto para rebuscar una historia en la que el protagonista es disparado en la cara, se disfraza constantemente, o finge su propia muerte para aprovechar imágenes reales del funeral del malogrado actor, primer plano del auténtico cadáver incluido. Vamos, que llegados a este extremo no sabe uno si reír o llorar de verdadera pena.

En definitiva, quedando claro que no siempre la intención es lo que cuenta, si ésta fue la de homenajear al mito, bien podrían haber realizado un honesto documental o un gran biopic. Ahora bien, si, como temo, fue Don Dinero el único responsable de la resurrección, más les vale a sus productores no ser muy creyentes. Debe ser tormentoso pensar que alguien te está esperando en el Más Allá con el nunchaku caliente. Si bastante vergonzoso ya es este «Juego con el Público», de linchamiento debería ser jugar con la memoria de los difuntos. Un poco de respeto, por favor.